I
Pregunto ahora ¿Cómo ha de ser el olvido
en las horas del crepúsculo, cuando a nadie
le importa la baba que rueda inocente sobre
los labios, levemente en decadencia de piel,
y que cae despacio sobre el mentón una vez
erguido como el orgullo de los dioses? 
¿Habrá ese amor que imaginamos o quizás
el filo de la ironía nos protegerá de la risa
en que vivimos en lucidez o en avivamiento,
en un rincón de aire o en un barrio pobre
pidiendo qué?
II
¿Cómo será el olvido, si ya en incertidumbre
el poder que nace de la omisión sin nombre
 ya tiene nombre, y que a la vez tiene vida 
en la sombra de hoy y del dolor que sorteará
un terreno en el cuerpo, como en las ferias,
de carruseles oxidados por el temporal?
III
El oído se llenará de larvas y no se podrá oír 
el silbido de la brisa o canto de algún pájaro 
armando un nido alto de voces, frente a Dios
o ante el origen renovado de la juventud.
Qué terrible cuando llegue el momento de fe
en que pensemos habrá una aldea dentro
de una ciudad cualquiera –preferiblemente
allí, bajo las capas de la noche– o en una ola 
en regresión del punto seguro del ayer, 
o en una localidad arrendada, de poco bolsillo, 
para no sentir ha sido en balde haber vivido 
contando los kilos en la magnanimidad 
de un amo astuto en su omnipotente e inútil 
bondad.
 IV
¿Cómo será la oscuridad que apenas arribará
en su bozal de neblinas, de humos y de velos
que nos verán pasar en vano, perfumados 
de ungüento –tal como si el viento no nos 
hubiese conocido– y la lluvia no nos hubiese 
inundado de agua; habría, entonces, una hora 
concebida de luz?
¿Y cómo ha de ser el olvido en momentos
de largas fechas y de cortas resucitaciones,
de corazón a corazón, renacidos al latido 
de arterias y venas, de debilidad y dolencia
preocupados, no más, por amor o felicidad?
V
Aquella canción de cuna en que soñamos
un futuro incierto, va ser para siempre eterna
soledad de mente, de espíritu y de cuerpo
escuchándose como en los salmos ilustres
de David en un día de fiesta…
VI
Ay, cuando aparezca ese tiempo cargado 
de alimañas dejando su aguijón en piel
de oveja o en tez de araña, sabremos no
habrá un día en que no inmortalicemos 
los días de retorno al bosque encantado, 
o a las orillas sombreadas de góndolas
imposibles de navegar. 
Ay, cuando florezcan las arrugas ¿Quién
se acordará del verso? de las incontables
palabras de las que nunca volverán a ser
inmortales como el tiempo de irnos, al fin,
al verdadero lado de los sueños,
solos, sin un adiós que importe al tiempo
en que me olvidas.



 
Hola Noris.. La vida es un trayecto, en el que uno va dejando huellas y haciendo su propia historia, no hay olvido, los recuerdos y la autoestima nos ayudan a andar el camino.. Un abrazo..
ResponderEliminar