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domingo, 9 de noviembre de 2014

VOZ DE ALARMA

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Todos los versos de esta página fueron escritos en los tiempos como refugiada cubana, en 1969 y después
Y como nada ha cambiado desde mi llegada, pienso que debo dejar saber que Cuba es el paraíso en donde todavía no brilla la libertad, nada ha cambiado.  Para mí, nada ha cambiado, pero a la vez todo es diferente.

VOZ DE ALARMA
Refugiados cubanos, mi familia y yo
1969


El día que llegamos a Boston
 1969
 

YO, REFUGIADA CUBANA

Heme aquí, pobre refugiada cubana, niña, capítulo cerrado.
Sombra andante dentro de la nieve, sin rumbo y sin patria.
Chiquilla de pensamiento, aplastada por la corriente de agua,
tapada por los ángeles para no perecer entre la gente.
Heme aquí, muchacha cubana, verso sin regreso, permanece
en el centro de la nada.
Persiste en el retorno a su casa de yagua, a las palmeras
del horizonte, a la puerta del sol en donde ya no silencia
o disimula su nostalgia.


 


 
Para ti, Nuestro Bohío
Acrílico en panel de lienzo por N.C.
 

EN LA ETERNIDAD

 
Estoy sentada en la eternidad, pero no importa.
Sólo sé que la vida es un merengue recostado
a una puerta sin azúcar y sin sal, insípido al paladar
de los cubanos.
La esperanza aquí, en Cuba, anda sin camisa
y se sube al portal y grita: ¡amigos de la infancia
no corten sus bríos ni pequen de andar deprisa!;
déjense llevar por la ilusión y el optimismo,
anhelando ser libres como la brisa, dispensados
del dolor y el comunismo.
En la sombra y en la injusticia vivimos dormidos,
y en cada miseria, que levantamos con los brazos
enclenques, nos tiran abajo –como los aviones

apedreados por la balas y las confusiones–,

por los asaltos y las violaciones de ser cubano.

No tienen idea, ustedes, de lo que es estar
preso, alejados del cristal que nos separa
del tiempo, de la tecnología, de los inventos,
de los ecos de libertad sin nombres 
y sin apellidos.
¡Mundo! no nos dejen solos, sepan pues,

que nosotros, los cubanos, vivimos maltratados

en una isla hermosa, una isla atrapada, quieta,

media muerta, dentro del Caribe y el Universo.

 
 


LAS CALLES DE CIENFUEGOS

 

Sale el sol y ¿qué pasa

al otro día o mañana

en las calles solitarias

de Cienfuegos?

Pasan los guaguas, sí,

pasan por mi senda

de angosta vida,
pasa el sonámbulo
por la puerta y silencia;
la tierra salta o se oculta
sin dejar de ser huella,
en el sitio vacío y cruel
de los dioses.
 
Nada se queda inmóvil
ni la piedra que clava
un joven en sus manos
mugrientas.
Nada y todo inquieta
mi vista, mas se cuida una
del murmullo de la calle;
mi sombra se enjaula
en la maleza, escuchando
el ruido del mar invisible,
lento, súbito frente al reír
discreto de mis pisadas.
   
Despiertan y saludan
las margaritas de la tierra,
surge la garza de su nido
de plata y queda en vela;
su dormir sobre el árbol
de seda brota y espera
a que pasen las jornadas
de hambre y perduren
los hijos  la esperanza.

 
Alguien me pregunta
qué ha sido de mi danza
y de todo lo mío por pasar,
del éxodo por regresar,
del retorno o la vuelta
del otoño encapotado
de mi noche;
del instante sin nombre,
traspapelado en mi archivo
sin luz, de tantos vestigios
idos, de algún pedazo
de mi llegando a las calles
de Cienfuegos.

noris capin