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Pieza hecha de papel y pluma de Noris Capin 2012 |
LIMPIEZA DE CORAZÓN
"Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios"
Mateo 5, 8
En estos días he estado haciendo una limpieza profunda en mi casa. No es fácil revisar todo y hacer la decisión de deshacerme o quedarme con las cosas que me han producido felicidad y gozo. Ya les digo, no es fácil.
¿Pero que voy hacer si la acumulación de objetos —servibles o inservibles— que llenan los armarios, el garaje y los recovecos de los mismos? ¿Qué me ha llevado a mí a guardar tantas cosas sino el hecho de permanecer junto a las cosas, de querer aglomerar los trastos que ya no utilizo o quizás me estorban para que el olvido sea más insignificante o leve o que no llegue jamás?
Y voy al garaje y veo cajas y cajas puestas en las repisas o estantes ¿haciendo qué? y me digo a mi misma, al tener la decisión de hacer una limpieza de primavera (spring cleaning), ya que mi fin y objetivo y disposición es levantar y botar todo lo que no necesito.
Y veo como pasa el tiempo detenida frente a mis cajas pensando si botar mis cosas es el paso decisivo a tomar. Luego voy al ático, en donde están los juguetes de mis hijos cuando eran chicos, las ropas pasadas de moda, los adornos llenos de polvo, los cuadros llenos de moho y me detengo en un súbito temor. Con la intención de organizar mi espacio desapareciendo los viejos artefactos hallados en el ático y los armarios, llego a la grata conclusión de que los armatostes ya no tienen sentido.
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Ah, contenta de poder hacer esa determinación con ánimo y osadía, me propuse hacer el trabajo alegremente, no sin antes pensar con detenimiento si, ciertamente, ese era mi deseo o propósito.
Y comencé a recoger y amontonar las cosas en las bolsas plásticas y las miraba con esa sensación de no preservar nada y no detenerme u observar el sentimentalismo que forma parte del apego que siento en mí.
Lo primero que vi fueron mis poesías, escritos y mis ilustraciones de cuando estudiaba, mis libretas de apuntes o diario en donde escribí los más gratos momentos. Entonces di con una caja llena de fotografías, de recuerdos de antaño, de recetas olvidadas y de tantas cosas que, al final de la jornada no tire nada en cuanto a las cosas del alma. Hubo mucho sentimiento y muchas historias acumuladas en mis cajas y armarios para yo desmoronar mis recuerdos que, al final, no pude o (no quise) deshacerme de lo mas allegado...
En la vida nos apegamos a muchas cosas materiales sin saber que esos apegos nos llevan al sufrimiento personal y a la inestabilidad afectiva. Nosotros mismos creamos esas alianzas para rellenar la existencia, para poder sentirnos dueños de nuestras memorias tangibles.
Practicar el desprendimiento es saludable, amigos, es decir NO al afecto a las cosas nos lleva a vivir una vida sin arrastres ni fervores, de luchas internas a lo material.
El apego es una ilusión creada en nuestra mente para que todo sea indestructible o que nada finalice; es la renunciación a vivir libres de lastres, del temor al desalojo, a la inseguridad que se siente durante la extrema soledad. Estos sentimientos son un extravío de tiempo y memoria que nos hacen ser seres encadenados a lo que no tiene vida y al vagón que rueda sin camino ni dirección.
Algunas de las manifestaciones del apego tienen que ver con la idolatría a las cosas del mundo, al dinero, al aferramiento hacia otras personas, al dolor a la muerte —porque la muerte nos aleja de la vida— o porque no entendemos que cuando expiremos de este mundo nada podemos llevar con nosotros.
Es mejor estar aferrados a Dios para poder vivir una existencia espontánea, fértil, lejos de los desencantos que proporciona el mundo y así estar más cerca de Él. Llegar a sentir la importancia de Dios en nuestra vida nos remonta a la oración diaria, a entender que lo esencial es observar las bendiciones que Él nos proporciona y abrazarlas; abrir los ojos y no perder de vista a las personas amadas o a las cosas sagradas que provienen del espíritu —como conservar el cuerpo limpio como un templo— firme y puro delante de la presencia de Dios.
Y cuando entendamos que deshollinar la casa es un acto de valentía y reconciliación con todo lo que no sea de Dios, nos daremos cuenta de que hemos crecido en espíritu, mente y solidaridad con todo lo que nos rodea.
Dice la Palabra de Dios en Timoteo 6, 7-8 lo siguiente: "Porque nada trajimos a este mundo, y nada podremos llevarnos; si tenemos qué comer y con qué vestirnos, ya nos podemos dar por satisfechos" Amén.
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