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Santa Bendición
“Bendeciré al Señor a todas horas;
mis labios
siempre lo alabarán.”
Salmo 34:1
Queridas
amigos ya terminó el año 2015 y aquí estamos en el umbral de un nuevo año deseando con
vehemencia que el mismo este repleto de bendiciones y de bien. No hay que temer cuando comienza un nuevo
período de tiempo, no hay que hacer ninguna resolución drástica para cambiar los
hábitos y transformar los caprichos porque, la decisión o la voluntad de alterar
ciertas cosas de la vida, solo depende de Dios, nuestro Señor.
Pero,
por supuesto, cuando un nuevo año arriba y se despliega frente a nosotros con
esa determinación de ser el mejor año de nuestras vidas, el más esperado y el
más misericordioso, le damos paso a la ilusión de que sí va haber renovaciones que rejuvenezcan y renueven nuestra
existencia.
La
Santa bendición de Dios regresa todos los días y se extiende en medio de todos
las exaltaciones y las confusiones diarias y, a través de todas las contiendas
que suelen hacer un espacio de ofuscación en nosotros, la bendición de Dios
reina sobre toda iniquidad.
Pero
Dios, que bendice y protege los más íntimos momentos con que solemos decir y
contradecir las circunstancias que nos agreden y nos desarmonizan, Él nos
prepara para bendecir a nuestros semejantes.
Asimismo
Él nos da la oportunidad de transmitir a otros la plena abundancia y la gracia
como si fuese el mismo Dios quien les otorgara, a otros, la esplendidez de ser
bendecidos. Dice la Palabra de Dios en Génesis 12:2 lo siguiente: «Con tus descendientes voy a
formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y serás una
bendición para otros.»
Cuando
bendecimos a otra persona le estamos deseando todo el bien conforme a todo lo
justo y perfecto que proviene de lo alto. Recordemos que al bendecir
acertadamente a otro ser, le estamos concediendo y estableciendo la Gracia que Dios que ya de antemano Él nos
proporcionó a nosotros, ya nos las concedió en bandejas igualmente rebozadas de
bienestar.
¡Qué maravilloso es bendecir!
Cuanto más nos favorece en lo personal el obsequiar unas palabras de buena
voluntad a aquellos que sin saber necesitan del auxilio poderoso de Dios. Porque quizás el prójimo no sabe o no entiende
el significado espiritual de esas poderosas palabras que encierran la fe y la concordancia
divina. Que extraordinario es poder
tener la virtud de expresar que lo mejor que sale nuestras bocas es para la enaltecer
aquel o aquella a quien bendices.
Debemos de eliminar la
maldición que sale de nuestros labios, ahora mismo. Tenemos
que examinar y corregir todo disparate
que se expresa para perpetuar la desgracia, el infortunio, la aflicción y el
daño que se pronuncia al hermano a través de las palabras. Sin desear o quizás sin pretender el mal hacia
otros, estamos quebrantando la salud, la dicha, la honra y la prosperidad a otro
ser humano.
Cuando bendecimos a una
persona en espíritu y verdad, quiero decir, de corazón, le estamos dando paso a
la Gracia de Dios y al favor y amparo
divino del Padre Celestial. Cuando promulgamos en voz alta las palabras: "Dios te bendiga" estamos
abriendo un puente frente al Señor, estamos, de igual modo, confirmando y
declarando que la plenitud de la vida sobre otro ser sea bendecida en abundancia tal como nosotros deseamos
que nos bendigan. Por medio del bendecir se proclama, de corazón, la máxima
dicha que un ser humano es capaz de obsequiar...
¿Porqué
es tan fácil decir indignas palabras al prójimo, cuando en verdad tenemos la
obligación de bendecir? ¿Somos —quizás utilizados
por el maligno—? llevados a pregonar
afrentas y perjuicios hacia otros cuando en realidad lo más generoso es decir palabras
que traigan prosperidad y amor.
No, no,
nosotros somos más que eso; no podemos por ningún concepto ser
portadores de frases que hundan y desmoralicen a otro ser humano. Somos hijos de Dios, retoños del Padre,
herederos de paz, de misericordia, hombres y mujeres que honran el bien en todo momento.
Ahora y siempre proclamemos la Santa bendición diciendo: AMÉN, así sea. Quien declare esto dice: Ven Señor, Jesús.
«Bendeciré
a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti
bendeciré a todas las familias del mundo.» Génesis 12:3.
noris capin