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domingo, 1 de marzo de 2015

La Perfección de Dios

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Jesús de todos los Tiempos
Enero del 2013


La perfección de Dios

Aspiramos a una perfección absoluta, autentica y real.  Anhelamos ser esa perfección que nos dirige a los atrios de Dios pero es imposible sin que antes se prepare nuestro espíritu frente al rostro de Jesús.  Suspiramos por la excelencia del diario vivir, pero nos damos cuenta de que esa perfección solo le pertenece a un Ser Supremo: Dios.
Podemos encontrar algunas perfecciones en la vida: como la suma de dos números o más, o como el sol que nos alumbra cotidianamente—, pero de ahí a ser perfectos en cuerpo, mente y alma existe mucho trecho.
Sin embargo podemos mejorar  y refinar los contornos de nuestra vida y modificar con esmero y fe
los comportamientos, las actitudes, los hábitos que nos hacen ser personas chapuceras e ineptas. Deseemos ser todo lo contrario, amigos, y lean este mensaje de paz y aliento ya que todo cae en una balanza, y esa balanza de vida se llama Dios.
Hay situaciones en la existencia del hombre que se pueden regenerar y purificar con tan sólo hacer la decisión de ejecutar lo verdadero, lo que nos dice nuestra percepción interna —que es la voz de Dios—; para que lleguemos a entender cómo y cuando se hacen las cosas y por qué existimos. 
Es como todo en la vida que posee las horas para casa situación y un lugar para todo, un tiempo de existencia y una eternidad de muerte.  Podemos decir que el desear ser perfectos e imitar las recomendaciones de Dios, que reina en Su Palabra, podríamos ambicionar  transformar nuestros comportamientos, actitudes y hábitos, forjando cambios, para descubrir lo que es correcto a través de ese trayecto de aprendizaje espiritual.
Crecimiento y madurez, sentimiento y esfuerzo juegan un papel decisivo en cuanto a la posición con Dios.  Hacer el bien y generar con sinceridad un halo de pureza de alma, engendrar el amor  que es fecundar las fibras que han quedado olvidadas en el fondo del corazón—, ya que  estas actúan fervientemente en la nobleza y la bondad, en la simplicidad, en la pulcritud y tersura de los pensamientos y en la legitimidad divina del ser.
Es absurdo que el ser humano transite en perfección todos los días, es ilusorio el no ceder a nuestra fragilidad porque somos seres humanos hechos de carne y hueso y a la vez de emociones y destemplanzas—.  Es imposible caminar en la luz cuando hay tantas cosas que nos desván de ese proceso de santidad que deseamos. 
Las envidias, las cizañas, las falsedades, los disimulos o fingimientos, las burlas y los celos son pasiones que no vienen de Dios. Los resentimientos, los endiosamientos, el querer mostrarse delante de otros o creerse superior al vecino de al lado, o exhibir banalidades y decir imprudencias de mal gusto, son un disparate opuesto a los preceptos de Dios.   
Dice Su Palabra en Hebreos 13: 20,21 lo siguiente: "Que el Dios de paz, que resucitó de la muerte a nuestro Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas, quien con su sangre confirmó su alianza eterna,  los haga a ustedes perfectos y buenos  en todo, para que cumplan su voluntad; y que haga de nosotros lo que él quiera, por medio de Jesucristo."
Así, pues, después de estas palabras de sabiduría y ordenanzas considero que podemos ser perfectos: perfectos en espíritu, cuerpo y alma. Perfectos en cuanto a las conductas apacibles contrarias al efecto de rabia y violencia, de soberbia  e insatisfacción— para que el Espíritu de Dios, Santo y Dócil, nos bendiga como al cordero llevado al matadero; como a la paloma de paz que vuela sobre nosotros trayendo consigo la paz y la abundancia nuestra; para que Él nos honre con la armonía, la alianza entre los seres humanos y la unión familiar que es, sin dudas, el vinculo directo con nuestro Señor Jesús.
Seamos santos, como Dios es Santo, seamos disciplinados y humildes como Dios es disciplinado y humilde (como debe ser nuestra vida) —que es sin dudas un templo— como el más alto tabernáculo en donde reside nuestro Padre Celestial, así podemos ser perfectos.
Y para finalizar nos dice Su Palabra en Hebreos 13,25: "Que Dios derrame su gracia sobre todos ustedes." Amén.
noris capin