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Obra de Noris Capin
"Resurrección"
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Una sola
esperanza
Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como Dios
los ha llamado a una sola esperanza. Hay un solo Señor,
una sola fe, un solo bautismo; hay un
solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está
en todos.
Efesios:
4: 4-6
Nuestra vida, aquí en la
tierra, es un tiempo de aprendizaje que se asemeja a una rueda que da vueltas
alrededor nuestro y nos hace entender que todo cambia y permanece. No tenemos
conocimiento de cómo se desenvuelve nuestra existencia entre la plenitud y la
carencia, entre el esplendor de los días en que todo suele ser favorable.
También existen días opuestos a la
máxima totalidad del bien que nos dejan con un desequilibrio emocional por un
largo tiempo.
De igual manera, entendemos,
que el vuelco que nos sorprende y nos hace alzar la guardia, nos sacude con
vigor durante ciertas épocas y de vez en cuando no somos capaces de levantarnos
de la acritud y seguir adelante. ¿Por
qué será? ¿qué hacemos y qué decisiones tomamos cuando sentimos que nada es
propicio u oportuno para continuar viendo una vida estable y pacífica?
Cuando nos enfrentamos a
esas situaciones, que nos dejan sin habla, ya sea porque no tienen sentido o
porque la sorpresa nos tira al aire —aniquilándonos—
de tal forma que, resulta ineficaz poder entender por qué suceden las
cosas. Pensamos, tristemente, que la
culpa de nuestra desdicha y fracaso es debido a la infracción de otros, a
enfrentamientos equivocados, a disgustos nacidos de la nada y a trastornos
llegados de repente a nuestra vida.
Nos volvemos como hojas
frágiles que nos lleva el viento, personas sin potestad, mujeres y hombres sin
fuerzas para combatir cualquier tipo de desavenencia que nos arranque de la
amargura por no actuar con facultad en los momentos precisos de confusión y
flaqueza.
Mas los conflictos no son
situaciones que se deben tomar en broma, ni ignorarse. Las batallas emocionales hay que enfrentarlas
con inteligencia, con reflexión junto a la oración —que suele ser más efectiva
que cualquier otro método para solucionar cualquier dificultad personal—.
Desafortunadamente, la vida
nos lleva por caminos espinosos, por sendas prácticamente intransitables, por
ríos demasiado profundos y montañas inaccesibles. Sin embargo cuando tomamos la
rienda de nuestra existencia y cuando nos damos cuentas de que sí podemos
transformar las cosas en situaciones controladas y aceptables, somos dignas de
aceptar cualquier escenario indeseable.
Yo creo que lo más difícil
es la confrontación con otros seres humanos —ya sea laboral, familiar, social o
espiritual— llevándonos a un estado de lobreguez y penuria. El enfrentamiento
suele ser catastrófico cuando las palabras escasean, cuando la timidez
predomina, cuando la batalla persiste escalando hasta la agresividad. Toda ofensa tiene tanto potencial como para
causar una brecha permanente en una relación, cualquiera que esta sea.
Dice la Palabra de Dios ¡Vean qué bueno y agradable es que los hermanos vivan
unidos!
Es como el buen perfume que corre por la cabeza de los religiosos y baja por su barba
hasta el cuello de su ropaje.
Así debemos
nosotras ser en este corto viaje de vida, ungidos con los aceites de la
misericordia y los aromas de sensibilidad hacia nosotros mismos, con la ternura inicial de una niño,
con la humildad que nos viste con los mejores ajuares del Señor. Pero hay entornos y personajes que aparecen
como fantasmas que nos encallecen la vía y muchas veces es imposible ser
sensibles, humildes y tiernos.
Las Escrituras declaran que
Dios Todopoderoso literalmente envía bendiciones diariamente, señas, gracias y
dones muy difíciles de obviar. Dios nos dirige y nos encamina a meditar los
rasguños del hermano y las facturas del pasado que no podemos olvidar. Él
insiste en la sanación integral de todo ser humano para vivir una vida fuera de
lo común, una vida plena en Su piedad sanadora. Él mismo nos frena la lengua
cuando las palabras hieren la dignidad de otros, Dios en Su inmensa bondad nos
advierte cuando en silencio delatamos nuestra impaciencia con actos
imperdonables y crueles.
Y para terminar esta
reflexión acerca de cómo enfrentarnos a las confrontaciones diarias, les quiero
decir que no es fácil aceptar que hemos errado, no es cómodo sentirse que hemos
ofendido a otros porque hemos actuado defensivamente en una conversación entre
amigos. No es como para salir de fiesta y
reír cuando a sabiendas hemos pecado en contra del hermano.
Sean
humildes y amables; tengan paciencia y sopórtense unos a otros con amor; procuren mantener
la unidad que proviene del Espíritu Santo, por medio de la paz que une a todos.
Efesios 4 : 2,3 de acuerdo a la Palabra Santísima de Dios. Amén, Amén.