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Tributo a la mujer en Cristo
Mujer ejemplar no es fácil hallarla;
¡vale más que las piedras preciosas!
¡vale más que las piedras preciosas!
Proverbios 31:10
Mujer, nacida de la mujer, alianza, eco, imagen
suave del rocío, luna bajada del cielo, verso raudo del Universo.
¡Escucha este pregón inspirado! festivo, alegre, de profundo poderío,
fiel a las notas del arpa, devoto al compás de los ríos.
Eres la flor pura del Este, la estrella
ilustre del Sur, la llovizna grata del Norte, la onda azul del Oeste, la
pasión sutil del Caribe y las Islas Vírgenes de la naturaleza.
Es para ti esta porción de luz, el
aria de los arcángeles te alzan con su galanteo de paz, el monte
de los olivos te abraza y te nombran los mares
de Mediterráneo.
Cómo te cantan las rondas y las rosas te
veneran; los jóvenes prorrumpen la inmensidad de tus formas, en el
calor de tu abrazo, extendido en tu mirada: sin límites, sin líneas
acortando tu paso, sin orillas alargando tu senda; la voz
de las promesas te aplaude y proclama tu encanto.
Para ti es este cántico, mujer, en donde se
afinan las liras y pactan contra la
desdicha los ángeles, y se armoniza el amor del espíritu desde el
dolor y la vida.
Eres inolvidable, mujer, perenne luz de
la sociedad, hierba de todos los olores, novia del mar, de infinita
dulzura, vida de hoy, vida de mañana y de siempre. Mujer, eres tú,
soy yo, somos la increíble amplitud del tiempo y del amor hecho cuerpo, puesto
en medalla brillante de luz y de cantos.
Contigo se propagan los campos y las siembras
se hacen más plenas, más consientes de las lluvias que riegan tus frutales
límpidos, sin manchas y sin penas ni agresiones.
Eres el la galaxia de los confines de la
tierra, la máxima inspiración de los poetas, de los dioses comprometidos con tu
candor y belleza. Eres, sin dudas, el
caracol descansando en la arena, eres el aire de los mares que vuela por encima
de las gaviotas de las playas; tu manto firme deletrea la grandeza de una
estrella alineando el surco de la caña, que crece hasta tus rodillas, rompiendo
la hierba muerta hasta abrazar el verdor de la hierba viva, cultivada bajo tu
falda de franjas blancas.
Eres la sal del mundo, la única bandera que
ondea en lo alto, la cremallera que sube y baja para conciliar los versos, escritos
con esperanza. Eres, eres, la máxima
musa de los mortales, la tierra en donde nacieron los higos, en donde los higos
crecen al son del clarín o al murmullo de los barcos y las olas...
Sin ti no hubiesen brotado las descendencias
pues no existe otro ser que pueda amamantar la vida a modo de ofrenda, de la
misma forma en que tú lo has hecho. Sin
ti no hubiese sido fiel el calor de sol abrazando la vida, tiñéndola de
esperanza, haciéndola más grata —como amortiguando los dolores y sembrando la
felicidad que emana—; sin ti el balance del hogar no tiene el nivel que iguala
la rectitud del mar sobre el horizonte.
Dice la Palabra de Dios lo siguiente: Se reviste de fuerza y dignidad, y el día de mañana
no le preocupa. Habla siempre con sabiduría, y da con amor sus enseñanzas. Proverbio 31:25-26.
Tus manos de trabajadora incansable se alzan en
plegarias, al unísono con los ángeles, que cuidan de tus noches y de tus días.
Y donas tu amor a quienes amas y por quienes sufres, mujer de las semanas
entretejidas de obligaciones, de tanto laborar para los tuyos, para ser del
cultivo, un manjar, una vianda traída de los surcos en donde crecen los
regadíos.
Sin ti no hubiesen brotado los paisajes ni
tampoco germinado la flor en donde está tu parecido, en donde se encuentran las
guirnaldas que adornan tu cabello: negro, rubio, y de tantos dolores allegados
a tu sien. Sin ti no hubiese sido
posible el amor, dado en bandejas de plata, en tenedores de bronce y en vajillas de oro para ofrecer lo mejor que
Dios puede ofrecer a los tuyos.
Mujer de Dios, ámate a ti misma, conserva el
flujo de la vida en tus manos, hidrátate con el agua de la fuente del Señor, todos los días, a toda hora, en todo lugar y tiempo.
Dice la Palabra de Dios: Se reviste de fortaleza y con ánimo se
dispone a trabajar. Cuida de que el negocio marche
bien, y de noche trabaja hasta tarde. Con sus propias manos hace
hilados y tejidos. Proverbios 31:17-19