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lunes, 5 de septiembre de 2016

MUJER

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Tributo a la mujer en Cristo
Mujer ejemplar no es fácil hallarla;
¡vale más que las piedras preciosas!

                                                     Proverbios 31:10

Mujer, nacida de la mujer, alianza, eco, imagen suave  del rocío, luna bajada del cielo, verso raudo del Universo. ¡Escucha este pregón inspirado! festivo, alegre,  de profundo poderío, fiel  a las notas del arpa, devoto  al compás de los ríos.
Eres la flor pura del Este, la estrella ilustre del Sur, la llovizna grata del Norte, la onda azul del Oeste, la pasión sutil del Caribe y las Islas Vírgenes de la naturaleza.
Es para ti esta porción de luz, el aria de los arcángeles te alzan con su galanteo de paz, el monte
de los olivos te abraza y te nombran los mares de Mediterráneo.
Cómo te cantan las rondas y las rosas te veneran; los jóvenes prorrumpen la inmensidad de tus formas, en el calor de tu abrazo, extendido en tu mirada:  sin límites, sin líneas   acortando tu paso, sin orillas alargando tu senda; la voz de las promesas te aplaude y proclama tu encanto.
Para ti es este cántico, mujer, en donde se afinan las liras  y pactan contra la desdicha  los ángeles, y se armoniza el amor del espíritu desde el dolor y la vida.
Eres inolvidable, mujer,  perenne luz de la sociedad,  hierba de todos los olores, novia del mar, de infinita dulzura, vida de hoy, vida de mañana y de siempre.  Mujer, eres tú, soy yo, somos la increíble amplitud del tiempo y del amor hecho cuerpo, puesto en medalla brillante de luz y de cantos.
Contigo se propagan los campos y las siembras se hacen más plenas, más consientes de las lluvias que riegan tus frutales límpidos, sin manchas y sin penas ni agresiones.
Eres el la galaxia de los confines de la tierra, la máxima inspiración de los poetas, de los dioses comprometidos con tu candor y belleza.  Eres, sin dudas, el caracol descansando en la arena, eres el aire de los mares que vuela por encima de las gaviotas de las playas; tu manto firme deletrea la grandeza de una estrella alineando el surco de la caña, que crece hasta tus rodillas, rompiendo la hierba muerta hasta abrazar el verdor de la hierba viva, cultivada bajo tu falda de franjas blancas.
Eres la sal del mundo, la única bandera que ondea en lo alto, la cremallera que sube y baja para conciliar los versos, escritos con esperanza.  Eres, eres, la máxima musa de los mortales, la tierra en donde nacieron los higos, en donde los higos crecen al son del clarín o al murmullo de los barcos y las olas...
Sin ti no hubiesen brotado las descendencias pues no existe otro ser que pueda amamantar la vida a modo de ofrenda, de la misma forma en que tú lo has hecho.  Sin ti no hubiese sido fiel el calor de sol abrazando la vida, tiñéndola de esperanza, haciéndola más grata —como amortiguando los dolores y sembrando la felicidad que emana—; sin ti el balance del hogar no tiene el nivel que iguala la rectitud del mar sobre el horizonte.
Dice la Palabra de Dios lo siguiente: Se reviste de fuerza y dignidad, y el día de mañana no le preocupa. Habla siempre con sabiduría, y da con amor sus enseñanzas. Proverbio 31:25-26.
Tus manos de trabajadora incansable se alzan en plegarias, al unísono con los ángeles, que cuidan de tus noches y de tus días. Y donas tu amor a quienes amas y por quienes sufres, mujer de las semanas entretejidas de obligaciones, de tanto laborar para los tuyos, para ser del cultivo, un manjar, una vianda traída de los surcos en donde crecen los regadíos.
Sin ti no hubiesen brotado los paisajes ni tampoco germinado la flor en donde está tu parecido, en donde se encuentran las guirnaldas que adornan tu cabello: negro, rubio, y de tantos dolores allegados a tu sien.  Sin ti no hubiese sido posible el amor, dado en bandejas de plata, en tenedores de bronce y  en vajillas de oro para ofrecer lo mejor que Dios puede ofrecer a los tuyos.
Mujer de Dios, ámate a ti misma, conserva el flujo de la vida en tus manos, hidrátate con el agua de la fuente del Señor, todos los días, a toda hora, en todo lugar y tiempo.

 

Dice la Palabra de Dios: Se reviste de fortaleza y con ánimo se dispone a trabajar. Cuida de que el negocio marche bien, y de noche trabaja hasta tarde.  Con sus propias manos hace hilados y tejidos. Proverbios 31:17-19

 
noris capin