Aquí tenéis mi canto
—el mismo de siempre
y el de todos los días—;
el que año tras año
surge al hacerse tiempo,
al persistir en dejarse
oír como un acordeón
que se abre y se cierra
en la melodía y la luz.
Aquí tenéis mi canto
—el mismo que presume
de letras y de agua—;
confusa su noche clavada
al material de cuarzo
(irrompible y parco)
como la voz de un tenor
mediterráneo…
No germina por sí solo
mi canto, sino protegido
del rezo,
del defensor que habita
conmigo en el tiempo,
en el alma y en la puesta
del sol tardío y temprano.
Aquí tenéis mi canto
—el mismo de siempre
y el de todos los días—;
quizás molesto e inferior
a aquellos que suavizan
las noches de luna
y el amor.
y el amor.
Mas este canto es cierto,
salido de la nada y de todo
lo perfecto y lo imperfecto
de la vida.