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"En el
bohío"
Obra de Noris Capin
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El abrazo
"Ama a tu
prójimo como a ti mismo"
Marcos 12:31
El ser humano, desde la creación, ha vivido su vida en un mundo de
señales y de pantomimas, de muecas y
ademanes geométricos, quiero decir, en un marco que no abarca a otro ser porque
sus cuatro puntas parecen ser líneas rectas.
Es imposible vivir la vida en una propia dimensión o espacio dado el
hecho de que vivimos rodeados de muchas personas. Es imposible recluir la vida
en el silencio de paredes sordas, de tapias demasiado altas —como murallas o parapetos— para distanciarnos completamente del mundo. Eso es imposible.
Vivimos en un país nuevo, lleno de impresionantes contradicciones y
miedos, de reclamos y discordancias. Un país que en su maravillosa divinidad y
oportunidades, nos urge a convivir con otras personas y a ser amable.
Finalmente, hemos adoptado ciertas características, a través del tiempo,
que nos aprisionan y nos aíslan de compartir y comunicarnos correctamente de
manera que no "tocamos base"
con lo que sucede en nuestra vida y la de otros. Nos hemos vuelto adictos al trabajo, a las compras,
a las cosas del mundo y le hemos vuelto
la espalda a las cuestiones del alma. En
otras palabras, no hemos encerrado en una piel que no es la nuestra.
Hay que sentir la
soledad para poder salvar el tramo de la negación personal, hay que sentir la
vida y rodearse de lo puro, de lo verdadero y lo cierto. Hay que advertir el corazón de la gente
necesitada y no ignorar que en algún momento de nuestra existencia nosotras
fuimos ignoradas igualmente.
Hay que abrazar a
las amistades, a la familia, a un niño enfermo, a un anciano solitario. Hay que abrazar a los necesitados ya que al
abrazar, el círculo del cuerpo envuelve a la otra persona y la
estrecha, le da confianza hasta llegar a ser una envoltura o un manto que protege
a dos personas por igual.
La idea del abrazo es la alianza que no delimita ni condiciona, ni
relega o señala a las personas sino más bien las acopla y las vincula como si
fuera una mezcla de ingredientes del mismo color.
Cuando abrazas sabrás que la vida se hace más llevadera y más grata al
corresponder con la misma sencillez que brota desde el corazón al prójimo. No hay nada más sorprendente que
un abrazo dado con sinceridad y espontaneidad, con ese sabor a candidez y
nobleza que sobrepasa todo gesto afable y humano sin utilizar palabras de menos
o de más.
No hay otra forma de sentir la consolidación de las almas si no es por
medio de un abrazo, no existe el arraigo o la firmeza si no se experimenta el
calor del ser amado como una conexión de espíritu, amor, concordia y paz, si no
hay un acoplamiento verdadero entre dos seres.
Un abrazo es el símbolo de consuelo más profundo e íntimo que sobrepasa
las palabras, las señales, los pactos y convenios, los actos y las firmas que,
al final, se quedan plasmados en un frío papel.
Hay que cruzar la
ciénaga de la indiferencia y comenzar a sentir en carne propia los dolores y
las depresiones de los demás, aprender a decir una palabra noble, una palabra
condescendiente y mirar con gratitud al ser humano y decir las gracias siempre o a toda
hora.
Dice la Palabra de Dios en 1 Pedro 4, 11 lo siguiente: "Cuando alguien hable, sean sus palabras como palabras de Dios. Cuando alguien preste algún servicio, préstelo con las fuerzas que Dios le da.
Dice la Palabra de Dios en 1 Pedro 4, 11 lo siguiente: "Cuando alguien hable, sean sus palabras como palabras de Dios. Cuando alguien preste algún servicio, préstelo con las fuerzas que Dios le da.
Amigos hoy abracen,
hoy expresen, hoy enumeren, hoy ayuden y declaren, exclamen que un abrazo de
buena voluntad vale más que las piedras preciosas, más que el dinero de todo el
Universo, más que lo material que causa alegría.
Alejen la
indiferencia que las colocan en un lugar oculto y dejen las señales y las
pantomimas y las muecas del desgano, la flojedad de espíritu, la negligencia
que las llevan a la inercia, a la frialdad del ser. La abundancia del ser humano es dar,
compartir los frutos del Espíritu —en donde reside la esperanza y la ilusión—,
la confianza, la certidumbre y el crédito frente a los ojos de Dios. Crucen la
frontera que les conducirán
al júbilo y la humildad por siempre.
noris capin