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sábado, 7 de enero de 2017

Excelencia y Nobleza

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Excelencia y Nobleza

Ustedes saldrán de allí con alegría, volverán a su país con paz. Al verlos, los montes
y las colinas estallarán en cantos de alegría y todos los árboles del campo aplaudirán.
                                                                        Isaías 55:12    

Hemos llegado al principio de un nuevo año,  a la iniciación de un nuevo ciclo de vida.  No es una inauguración o una apertura carnavalesca o imaginaria si no que hemos arribado a una temporada de transformaciones y de buena voluntad. Y digo de buena voluntad porque ahí es cuando se levanta el deseo de enmendar los momentos en que hemos flaqueado, de intensificar la fe, de expandir el conocimiento personal y florecer. Florecer con toda excelencia y nobleza que merecemos.
Y no es difícil lo que les estoy presentando en este nuevo año, sino más bien les estoy dando una pauta de que la vida no es más que una constante metamorfosis que se ajusta a los deseos de renovación y misericordia para intensificar la existencia con cantos de frescor —como un nuevo brote primaveral—.
Pues lo básico es poder convertirnos en hombres y mujeres genuinos, portadores del bien, de la justicia que, en todo su esplendor, nos aleja del desorden y el abandono personal, quiero decir, de la apatía, la orfandad y la desnudez íntima que nos desabriga y nos confunde.  Nada nos excluye de ser portadores de cuanto bien está al alcance de la mano y, muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, nuestra vida da un vuelco hacia lo popular, a lo de hoy, que en cierta forma nos aparta de las cosas de Dios.
Todo hombre y mujer viene a este mundo por un tiempo limitado o establecido por Dios, no tenemos la potestad para diseñar nuestra vida a nuestro antojo, pero si podemos dar paso al discernimiento. La vida hay que discernirla y orarla, de manera que sí somos parte activa de los designios de Dios, el juicio y cordura juegan un papel importante.  
Qué hermoso sería pensar que a la hora de nuestro nacimiento hubiera habido un letrero sobre la cuna que dijese: "Noble nació, y será heredero del bien y la nobleza". Pues eso es precisamente para lo que Dios nos llamó a la vida, para ser a toda hora herederos y fieles participantes de la virtud, como un regalo que se nos proporcionó sin pedirlo. 
Muchas veces pasa que la mujer y el hombre quieren ser parte de las experiencias fuera de Dios y se extravían de una forma deplorable.  La mujer, y no digo todas, desea "vivir" y "sentir" el arrullo mundano, la algarabía de lo frívolo, lo terrenal que, al final o casi siempre, decepciona.  Porque lo material, la abundancia, el despilfarro y la ostentación llevan a la mujer y al hombre a salirse de la línea que conserva la esencia de lo fundamental.  Pero, en este mundo, en donde lo tangible pesa más que lo espiritual, el ser humano tiende a vivir en desacierto y desea tenerlo todo, sondear, tantear lo imaginado al caminar por el terreno que le sirva de alegría instantánea y a la vez superficial y fugaz.
Mas el gozo del Señor, no se compra con moneditas plásticas o medallas falsas, ni tan siquiera se adquiere con la ganancia o los acuerdos de negocios. El gozo de Dios se manifiesta cuando hay un llamado, cuando por excelencia sentimos el deseo de vivir la felicidad interna porque, sabemos, que la plata y las juergas no nos llevan al júbilo intrínseco que nos depara Dios.
Y no digo, por favor, que vivir bien sea un delito o una infracción o una amenaza a la buena vida, pero les repito, que el consuelo del hombre, el alborozo, el agrado profundo del ser humano yace en los atrios de Dios y no nos cuesta nada.
Vivir en excelencia y nobleza, nos pone a caminar en un camino recto, pero, muchas veces, tenemos que darle paso a la contrariedades normales de la vida. Quiera Dios que ésta fuese para el hombre y la mujer un paraíso divino decorado de flores sin espinas ni nardos.  Dios nos pone los pies sobre la tierra y nos sitúa en el centro de las contradicciones cotidianas, en las tristezas, y nos expone a las miserias del mundo sin nosotros comprender cómo eso puede suceder si estamos en los caminos de Dios. Y nos preguntamos: ¿Cómo es posible que se sufra y se llore si el Señor nos ha puesto en Su sendero y en lo verdadero de Su Reino? ¿Por qué sufrimos, por qué soportamos las cosas que son contrarias a Dios? ¿Por qué si estamos en los caminos del Señor pueda ser posible que rueden lágrimas de sangre sobre nuestros rostros?
El gozo íntimo se Dios consiste en saber cómo sobrellevar las angustias, cómo salir del consumismo que nos ata, cómo rebasar el miedo, cómo aliviar las heridas y nos enseña a perdonar, a dejar ir lo impuro, lo viciado, para ser, sencillamente, hombres y mujeres valorados, mujeres santas, seres que crecen y se desarrollan en excelencia y nobleza con la fuerza arrolladora del Espíritu Santo, que es el Espíritu del Señor. Él nos pone a prueba.
Y dice la Palabra de Dios: Porque mis ideas no son como las de ustedes, y mi manera de actuar no es como la suya. Así como el cielo está por encima de la tierra, así también mis ideas y mi manera de actuar están por encima de las de ustedes.» El Señor lo afirma Isaías 55: 8,9.

 
Noris Capin
 
Columnista del periódico "En USA News

y autora del libro ¡Mujer,levántate!"