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domingo, 24 de julio de 2016

Para vivir en armonía y sin estrés

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Para vivir en armonía

En fin, vivan todos ustedes en armonía, unidos en un mismo sentir y amándose como hermanos. Sean bondadosos y humildes.

                                                                                                    1Pedro 3-8
 
Amigos míos hay que tener un sentido de armonía personal cuando se trata de vivir una vida equilibrada y de orden. Hay que tener un balance profundo para que el ritmo de nuestra existencia engendre la calma y haya una transformación en el diario vivir.

Poder armonizar la estabilidad mental y espiritual merece nuestra atención ya que es un círculo que gira por sí mismo, en todos los aspectos de la vida del hombre, para mantener la salud corporal del ser humano.  La parte emocional, que es también una forma de simetría interna con el ser, juega un papel vital para que todo camine en perfección y nobleza.

De una manera u otra y de una forma efectiva, todo cae dentro del área que conlleva a la concordia personal para apartar el estrés, la ansiedad, los ataques de pánico de nuestra vida y  para llegar a un acuerdo personal con la paz del espíritu y la unión con Dios.  

El estrés  no se puede manipular o aplacar tan fácilmente, se necesita meditar y entender la causa y el nerviosismo y si vale la pena o no, estremecer nuestra serenidad propia. El estrés es una sensación de agobio que se siente, se sufre y se soporta, cuando la persona no tiene la capacidad momentánea de expresarse o de actuar con enfoque, con fortaleza  o de un modo coherente frente a cualquier situación donde se sienta invadida. 

Sin embargo pueden haber muchas otras razones para que el estrés y la ansiedad subyuguen a la persona hasta el descontrol y, cuando eso sucede, debemos esforzarnos incesantemente para que no se pierda el sentido de la armonía.

De alguna forma el estrés cobra una parte de nosotros mismos cuando no sabemos cómo dominar, dentro de nosotros, ese estremecimiento o sobresalto dentro del cuerpo.

Según las encuestas la gente que es feliz no tiene un sistema inmunológico enclenque, ya que su actitud ante la vida las motiva a ser positivas y a pensar en cosas que tengan sentido y real importancia. Esas personas, que han sabido llevar una existencia fuera del estrés y la ansiedad, viven una vida plena y un tiempo próspero porque han podido diferenciar entre la paz y la guerra.

Muchos de nosotros vivimos siempre a la expectativa de que algo va a ocurrir, que todo anda mal y, por consecuencia, nos vemos dañados por el temor y la inseguridad. Cuando nos preocupamos por los pormenores de la vida, sufrimos atropellos internos que se reflejan en todo lo que nos rodea, en todo lo que expresamos y cómo actuamos.  De manera que alterar ese estado de depresión pasajera es lo aconsejable, no por mí, sino por Dios —quien es el único que puede contrarrestar los síntomas dañinos del estrés y la ansiedad—.

Dios desea que sepamos balancear esos obstáculos que nos acarrean una serie de situaciones graves y negativas. Dios quiere que aprendamos a ser fuertes de espíritu para que tengamos motivaciones que propaguen hechos placenteros y para estar de acuerdo con la armonía íntima y el buen vivir. Debemos de hacer un alto y pensar qué es lo que nos inquieta.

¿Qué más pudiéramos desear que vivir una vida llena de recompensas espirituales enviadas por Dios? ¿Qué más desearíamos que sucumbir delante de la presencia de Dios sin ataduras, sin preocupaciones, sin nada que nos arrastrara hacia el estrés y la depresión? ¿Es que acaso no sabemos cómo orar para pedirle a Dios el auxilio que necesitamos porque no sabemos el método para dirigirnos a Él?
Pero para orarle a Dios, amigos, no hay una técnica ni un formato, para dirigirnos a Dios no existe un estilo especial o un modo específico para hablar con Él.  Lo primordial, lo importante y lo vital es tener un corazón contrito y humillado y hablar con Dios en espíritu y verdad. Para llegar a los atrios de Dios sólo necesitamos la armonía interna y el deseo de abrir el corazón y donárselo a Él  con todas las fuerzas, con toda la obediencia que le debemos al Padre Celestial.
Dice la Palabra de Dios en 1Corintios 1:10 lo siguiente:  Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo les ruego que todos estén siempre de acuerdo y que no haya divisiones entre ustedes. Vivan en armonía, pensando y sintiendo de la misma manera.
Amigos, dejen detrás el estrés, enfréntense a la vida con determinación, con fe, con esperanza, con plenitud, con la certeza de que todo lo que se pide a Dios en oración, según Su voluntad, ya está en Sus poderosas manos.  Vivan la vida felices, amigos, eternamente felices, en armonía y confianza, hasta que Dios quiera y hasta siempre. Amén.

 
noris capin