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sábado, 2 de enero de 2016

La infinita noche

 
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EN LA INFINITA NOCHE


Nada de lo perdido vendrá atado a la hierba,
nada, y por ser nada me alzo de la desolación
en donde estoy, y paso como una incógnita.
Mitad sonido y el resto son partículas de sal
que dejo pasar por mi lado, desde el estreno
de mis palabras hasta el final de los tiempos.
He oído la voz y centello, converso suficiente,
más de lo que soy y, de aquello que eternizo
en mi alma, no digo.
Estos días de andar como la lluvia son breves.
Recuerdo he salvado los pantanos descalza,
sin más velo que una túnica de matiz blanco
con que me cubro.
Y así será, porque no sé cómo desaparecer
sin ser percibida, en la infinita noche de ser
como un fantasma.
Triste en aislamiento y en concurrencias voy
a buscarte, hecho una mirada de esperanza
y aún así no estás.  Has subsistido en el aire
y todavía te veo volar como un pájaro.
Nada de lo perdido vendrá atado a la hierba
pero queda, no se extravía y no se estrecha.



ALLÍ VIVIRÉ

 


Adonde mi espíritu me lleve, allí estaré.

Durante los días, luego del silencio,

aquí estoy fuera del centro de las horas,

lejos de mi isla que vibra y se deshoja

en el archipiélago perfecto de mar.

Y me hallaré sentada, junto a la caña,

reuniendo las limosnas que darán

de comer a los ciegos, recostada al quicio

de la vieja escuela, pidiendo una tregua

de respiro a mi ser.

Feliz conmigo, salvando las fechas

que me adormecen, haciendo de ellas

un arroyo de viento, resistiendo la sed

de nostalgia, en la  salvación cautiva

que anida en mí.

Adonde mi corazón me lleve, allí viviré

 en la imposibilidad de querer y no poder

verte.


 


 
ERES


 
Luego de rogar la misericordia de Dios,
te veo a ti, como al principio
de tu soledad estando aún entre la gente.
Te observo, pues, en un andar impredecible
siempre, llevando contigo flores nuevas,
visibles frente al mar, atadas a la vida
y a la eternidad naciente.
¿Cuántas veces tu sonrisa me ha alegrado,
tu sensibilidad he visto florecer en la lluvia?
Eres como un atardecer que no oscurece
nunca, nunca.  
 


noris capin