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EN LA INFINITA NOCHE
Nada de lo perdido vendrá atado a la hierba,
nada, y por ser nada me alzo de la desolación
en donde estoy, y paso como una incógnita.
Mitad sonido y el resto son partículas de sal
que dejo pasar por mi lado, desde el estreno
de mis palabras hasta el final de los tiempos.
He oído la voz y centello, converso suficiente,
más de lo que soy y, de aquello que eternizo
en mi alma, no digo.
Estos días de andar como la lluvia son breves.
Recuerdo he salvado los pantanos descalza,
sin más velo que una túnica de matiz blanco
con que me cubro.
Y así será, porque no sé cómo desaparecer
sin ser percibida, en la infinita noche de ser
como un fantasma.
Triste en aislamiento y en concurrencias voy
a buscarte, hecho una mirada de esperanza
y aún así no estás.
Has subsistido en el aire
y todavía te veo volar como un pájaro.
Nada de lo perdido vendrá atado a la hierba
pero queda, no se
extravía y no se estrecha.
noris capin
ALLÍ VIVIRÉ
Adonde mi espíritu me lleve, allí estaré.
Durante los días, luego del silencio,
aquí estoy fuera del centro de las horas,
lejos de mi isla que vibra y se deshoja
en el archipiélago perfecto de mar.
Y me hallaré sentada, junto a la caña,
reuniendo las limosnas que darán
de comer a los ciegos, recostada al quicio
de la vieja escuela, pidiendo una tregua
de respiro a mi ser.
Feliz conmigo, salvando las fechas
que me adormecen, haciendo de ellas
un arroyo de viento, resistiendo la sed
de nostalgia, en la salvación cautiva
que anida en mí.
Adonde mi corazón me lleve, allí viviré
en la
imposibilidad de querer y no poder
verte.
Luego de rogar la misericordia de Dios,
te veo a ti, como al principio
de tu soledad estando aún entre la gente.
Te observo, pues, en un andar impredecible
siempre, llevando contigo flores nuevas,
visibles frente al mar, atadas a la vida
y a la eternidad naciente.
¿Cuántas veces tu sonrisa me ha alegrado,
tu sensibilidad he visto florecer en la lluvia?
Eres como un atardecer que no oscurece
nunca, nunca.
de tu soledad estando aún entre la gente.
Te observo, pues, en un andar impredecible
siempre, llevando contigo flores nuevas,
visibles frente al mar, atadas a la vida
y a la eternidad naciente.
¿Cuántas veces tu sonrisa me ha alegrado,
tu sensibilidad he visto florecer en la lluvia?
Eres como un atardecer que no oscurece
nunca, nunca.
noris capin