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Obra de Noris Capin |
Es la anticipación de la meta de la historia; hace surgir una fuerza dinámica e invita a un programa de vida para cada hombre. Hay un nuevo horizonte para la vida y nuevo sentido para la muerte. La vida es una senda que se puede andar con esperanza, pues la muerte no es el fin del hombre, sino el medio para volver a su destino final: Dios Padre.
En esta Pascua Florida les deseo a todos salud, paz, felicidad y prosperidad junto a sus seres queridos.
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SON DE ENERO
Son de enero,
más vale me cubra
la piel de tu níveo velo.
No en balde se visten
las calles de tu pintura
blanca,
de tu manto de glacial
helecho sobre mi tierra
de lluvia ensangrentada.
En tu hogar me tiritan
los huesos y no hallo
una cuna para despertar
el congelado viento
y su vibrar de tibio sol.
Son de enero,
que largo se me hace
el tiempo, la copa
de mi sed se ha llenado
de escarcha; la última
sensación de olvido
me entumeció de frío
tantas esperanzas.
Si tuviese una manta
me la traería conmigo
y la enrollaría en mi ser
como una bufanda
de agua apasionada
sobre mis eternos
miedos.
Cualquier día me dirás
que calor no he hallado,
que las malas lenguas
de tus rebaños superan
tantas casualidades,
tantos reverses, tanta
hiel de valle congelado.
Son de enero,
ya casi no quiero ver
tu tierra, de larguísimo
asfalto, sobre mi ser
dominado por el astro
de tez morena,
taciturno como la red
del alba saturado de sol
en tiempo eterno.
Ya de por sí se me pasa
la risa, se me blanquea
la piel de tantos asaltos
rociados de hiel,
echados a morir de frío
por la nevada de ayer
sobre mis hombros.
Mas no es mi ser
quien manda los gélidos
sollozos a resfriarse,
mi único estupor es ver
que nace el sol,
que hierven sus primeros
copos sobre la hierba,
que recién anida algunos
retazos de mi suerte.
Allá la sombra que revela
cuánto me cuesta la vida,
la única forma de existir
mientras tenga frío.
SON DE FEBRERO
Llegué cuando tuve que llegar
y ya de eso no me acuerdo.
A ese país de invierno,
a esa ciudad de lamentos
en donde no encontré tu voz.
Y mientras tanto, la vida
se me hizo lerda, las hebras
de papel se me duplicaron
al salir el sol, y tuve miedo
de la vida y su esplendor.
Y pensar que fui sincera,
que las veces que lloré
fue por llorar, que nunca hallé
la forma de vivir de acuerdo
a mi pensar o por mí;
que al preocuparme sólo vi
una sombra, alimentada
por la virtud de ser un ángel
con alas de juguete,
con vestido de ropa antigua,
descalza frente a mi Dios.
Que febrero me salga de paso
a cubrirme el rostro,
que no dejó de ser, sino que fue
como un aro frente al mar
sollozante, añoso en su locura
inocente sobre mi pecho.
De ahí a sobreponerme
fue un largo trecho, una tertulia
imaginaria, una cerrazón
de huesos mal colocados, idos
sobre el ferrocarril de pura
sangre que respeté en la noche
invernal.
No tengo la vida para acordarme
de aquellas quimeras, del chico
que dejé atrás,
de aquellos edificios de raras
puertas en donde no te vi, tal vez
esperándome...
Son de febrero, las hojas del ocaso
van en línea recta, en ese vagón
de espuma, en el rincón del verso
que se me esfumó de pronto; nieve
azul de los portales, de nebulosidad
plenaria, de correspondencia grata
de luz.
Y como había sido, seguí siendo yo,
la única protección de mi alma
en donde subió y bajó la alegría,
de ser como soy, de envolverme
en la victoria, en donde la lluvia
me sorprendió en pleno invierno
bajo mi ardor doloroso de isla.
De nada me vale estar ausente
cuando la magia de estar sonríe,
cuando es preferible ir de fiesta
para bailar el tiempo rutilante
en donde no te vi.
Ah, febrero, tu aire voluminoso
me convierte, me atesora tu rutina,
tu única falsedad fue la distancia
que me pierde en los pergaminos
que dejé en mi casa, y que ahora
veo andar lentos en mi memoria
como los caprichos de los destinos
por recorrer.
Pero tanta pérdida me hace daño,
pensar en ti me hiere el corazón
de tan sólo ir por tus días,
por tus tiendas adineradas recorro
la pobreza inmensa de los aires.
Oh, febrero, ya casi ni te recuerdo
cuando cada año me avisas
de tu venida, tu bello almanaque
de antaño lo llevo junto a mí.
Y heme aquí, envuelta en las sales
del tiempo,
llevando conmigo un arpegio de
recuerdos
que fijos aparecen y no se van.
Son de marzo, que increíble son tus
vientos,
viento que veo sacudir mi falda y
mi soñar
de bruma, de imágenes, cual si fuese
un altar
contra mi ser sin esperanza, sin
fuerza de ser,
lo mismo que un levante de hojas de
papel.
Y vamos, no me lo recuerdes, tantas
veces
que voy a tu lado, sin mirar lo
ofuscado
de la vida, sin saber que la
terrible soledad
me amarga los capítulos consagrados
a ser santos, a ser mediadores de la
memoria
que no deseo de olvidar.
Marzo, marzo, a medida que te
conviertas
me agradarás la vida y me dibujarás un
lienzo
en donde yo pintaré mis sueños y uno
a uno
los pondré a mi cuidado, los
prensaré
como se prensan las purezas de mi
niñez
en el libro angosto de mis alegrías.
Cuanto anhelo escribir tu nombre de
aire
que me acompaña, que me da vida
prodigiosa
por el lago de los árboles que dicen
vida,
que predican los cotidianos
pensamientos
de admirable quietud.
Oh marzo eres verso durante la
lluvia milagrosa
de nostalgia, que no trasfiere sino
un instante
de fe, de embeleso de plácida
virtud.
Tus ráfagas me aniquilan el último
día de ser
como las flores, y no sé si enciendo
la vela
del tiempo entre mis manos de universo
que contemplo cuando te vas.
Tus lluvias son un sacrificio en sed
de justicia,
de las veces que sollocé bajo tu
sombra
equivocada, cual si fuese a llover
por siempre
los signos dolorosos de la
esclavitud.
Y de tantos sombríos sacrificios
lleno mi bolsa,
la repleto de todo lo bueno que me
das, lo sé.
Y riego con el cordón de la vida las
amapolas
muertas, las únicas que me recuerdan
que soy
y seré como un fantasma en medio de
tu mes.
SON DE ABRIL
Que tus calles amanezcan con el
brillo del sol
que acaricia el aire y llega con un
tono azul
la mirada fiel de los ángeles.
Queda preso el sortilegio de mirarte
y no hay
más dulzura que acariciar tu aroma
de puro
sentimiento sobre los aires.
Resplandecer sobre los papeles y las
algarabías
de millares de flores que me
alcanzan,
que me mueven a salir de mi noche
atareada
de pliegos y colores, de verdes mantas
imitando
el verano que viene ya detras de ti.
Oh, Abril ¿que te puedo decir? ¿que te quiero
cantar algunas tonadas de la vieja
guardia?
para saber si es gloria la plácida redención
de tu gracia con que te vi hoy llegar.
Mes de mi alma, te recuerdo, abril,
con ternura,
con la misma ilusión del ayer, con
la expresiva
solemnidad de abrazarte, de decirte
que eres
mi canto y mi hogar, las fibra de
mis holocausto
atornillado a la deriva.
Son de abril, ya nada me espanta, la
sombra
de los árboles me protege,
me ama a la medida de los astros, me
siembras
al lado de la raíz del árbol más oloroso,
pulcro,
de cerezo aroma filial.
Y ahora, entonces, mi deber es
abrazarte,
decirte que cada abril que toca la
sensibilidad
de mi alma, estás tú.