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jueves, 1 de diciembre de 2011

Diciembre: mes de la luz


Diciembre: mes de la luz
“Y la estrella que habían visto salir iba delante de ellos, hasta que por fin, se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño.”  Mateo 2:9

Los estreses que nos producen las fiestas navideñas nos dejan sin fuerzas durante el mes de diciembre.  A muchas de nosotras nos encanta el “corre-corre” de esos días tanto como las veladas, los villancicos, las luces de colores, las visitas, las posadas, los turrones y los regalos que tenemos que comprar. Sin embargo, el estrés que sentimos durante esos días nos quita, en cierta forma, el deseo de dar la bienvenida a esta época radiante porque tenemos que “figurar” que le vamos a regalar a quien.


La controversia del estrés y la satisfacción de esos días, se unen para transportarnos a nuestros países de origen.  En estos días festivos, hay que vigilar la melancolía y los recuerdos que nos llenan de tristeza y nos impiden el estar completamente a tono con las fiestas. 


Las fiestas navideñas son sagradas para nosotras las mujeres hispanas, no sólo por ser el tiempo en donde tratamos de alcanzar un poco de felicidad en medio de las tristezas naturales de la vida, sino porque entendemos que ese tiempo es un compartir del alma, una alegría para nuestros hijos; un espacio amplio para recordar a la familia que se encuentra lejos, al igual que es un tiempo para la meditación y oración por la paz del mundo.


En nuestras costumbres y tradiciones navideñas reinan la alegría, la buena voluntad, la amistad, los platos favoritos, los bailes y la buena música.  Todas estas particularidades nos ayudan a olvidarnos un poco de la rutina y los problemas cotidianos. Hay que asegurarse de que todos esos pequeños alicientes sean llevados a cabo durante el mes de las luces para reír en vez de llorar


Muchas de nuestras familias que residen aquí, en los Estados Unidos, se sienten solas, desubicadas y consideran que las fiestas navideñas en vez de traer alegría, lo que conducen es a la tristeza y a la congoja.  Y es cierto que el desanimo se apodera de nosotros durante las fiestas; sin embargo lo que hay que tener en cuenta es la unión familiar, los hijos y, especialmente hay que hacerle sentir a nuestros hijos que sus hogares son refugios para ellos, un lugar de descanso en donde impera el amor y la alianza entre padres e hijos. 

Tenemos que avivar ese calor humano -que es muy nato en nosotras las mujeres hispanas- y ese calor humano hay que expresarlo en el hogar y mostrar que estamos orgullosas de quien somos: mujeres latinas que venimos de una generación noble y distinguida; mujeres que se esfuerzan por ser parte de la idiosincrasia de un país diferente al nuestro, al que podemos ser parte sin olvidar nuestras propias raíces en ningún momento. 


Parte de nuestra celebración navideña se encuentra Jesús, el hijo de Dios; el Ser nacido para dar el perdón a nuestros pecados y la redención a nuestras culpas.  Jesús, el hijo bendito de Dios en quien ponemos nuestra confianza todos los días. No podemos olvidarnos del nacimiento de Jesús en este tiempo, cuando el toque de las doce   de la noche retumbe en nuestra alma como las campanas de una iglesia. 


Amigas, recuerden en sus hogares a Jesús y enséñenles a sus hijos la historia de Su nacimiento en un pobre pesebre en Belén.  No dejen de pasar por alto este acontecimiento que cambió al mundo y lo llenó de fe y confianza.


Jesús fue la esperanza de nuestros antepasados y continúa siendo así para nosotras; Él es el mismo hoy, mañana y siempre de manera que recordarlo en este mes es un privilegio que hay que honrar con la paz del hogar y la armonía con los que nos rodean.

Diciembre es el mes de la luz, del amor, de la comprensión, de la revisión y el enfoque personal, el discernimiento interno y el buen sentido de las cosas.  Es el mes que lleva la luz delante para que los meses venideros sean antorchas encendidas y claras a nuestras mentes y corazones. 

Los rayos de esas luces nos traerán la comprensión hacia otros seres humanos, la amabilidad hacia el prójimo, la tolerancia con los que no nos toleran y la cortesía para quien no son corteses con nosotras.  Esa luz es la luz de la delicadeza al hablar, esa luz es la gracia que no tiene límites porque es la Gracia de Dios favorecida en nosotras.



No dejen que los estreses destruyan este mes de abundancia espiritual y gratas compañías, no permitan que el descontento devaste la sutileza que vive en nosotras.  Sujeten esa luz que brilla en sus almas como una sola luz sobre todas las naciones, para que la paz resplandezca en el universo y haya amor y perseverancia.

Dice la Palabra de Dios en el libro de Mateo: “La virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrán como nombre Emanuel” (que significa Dios con nosotros.)  Mateo 1: 23