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domingo, 30 de abril de 2017

La fe en nuestros tiempos

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Imagen tomada de la Internet

La fe en nuestros tiempos

Por eso les digo que todo lo que ustedes pidan en oración, crean que ya lo han conseguido, y lo recibirán.

                                                                                          Marcos 11:24

En el orden espiritual, el hombre, desde que tiene uso de la razón, ha estado en una posición de descubrimiento, de aventura y de exploración.   Es difícil entender que estamos rodeados y salpicados por la sal de la tierra, de manera que toda la victoria se debe a la inquisición del hombre por salir adelante.  Necesitamos indagar la razón de la vida, las tenemos que palpar, pensar y descubrir para que formen parte de ese deseo de reconocer el desbordante conocimiento de lo interno y externo que nos rodea.  Es evidente que el hombre siente el impulso de asomarse al mundo para ver la vida desde otro ámbito más esperanzador.  Es admirable, que al ponernos en contacto con el universo, —cada vez más complicado— sentimos  la necesidad de desear más de la vida, de mejorarla y  hacerla más placentera por medio de la fe.
Pero ¿Qué es la fe? ¿En qué consiste? ¿Por qué no la podemos atrapar, pensar y descubrir? La fe es una virtud sobrenatural que no tiene explicación, pero que sabemos es plenaria y eterna a través de la creencia en Dios.   La fe es una de las tres bondades espirituales que nos declara Dios en 1 Corintios 13:13 y que dice así:  Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor.  Debido a la fe conocemos a Dios llegando hasta Él en oración y los deseos de esperar con certeza que "algo favorable va a suceder".    La fe nace del alma, de la magnitud interna del ser humano, del cimiento que sujeta a nuestros cuerpos en armonía a través del Espíritu Santo. 
La Palabra de Dios nos dice en 1 Pedro 1:8-9 Ustedes aman a Jesucristo, aunque no lo han visto; y ahora, creyendo en él sin haberlo visto, se alegran con una alegría tan grande y gloriosa que no pueden expresarla con palabras, porque están alcanzando la meta de su fe, que es la salvación.
Cuando decimos: "Yo creo, Señor" le estamos dando autoridad a Dios para que Él haga Su santa y divina voluntad.  Cuando decimos "Yo creo, Señor" estamos fortificando la confianza y la plenitud sagrada.  Nuestro ser está abierto y dispuesto a recibir a la misericordia del Señor  y no el clamor de la sociedad en donde vivimos.
Son muchas las cualidades que representan la fe, porque, además de sobrenatural (porque es un sentir intrínseco y milagroso) a la vez es firme, serena y compartible. A través de la lectura de la Palabra, podemos apreciar el mensaje de salvación que nos advierte que hay certitud y espera. 
Por otro lado la incredulidad del ser se convierte en desafío y resistencia, en soberbia, orgullo y vanidad que no responde al llamado de Dios. El incrédulo duda la presencia de Dios y no reconoce el cuño real puesto en el ser humano a la hora del nacimiento.  Entendamos que la fe no es una alianza forzada sino un don y una corona para el creyente. Dice la Palabra de Dios en Santiago 1:6 lo siguiente: Pero tiene que pedir con fe, sin dudar nada; porque el que duda es como una ola del mar, que el viento lleva de un lado a otro.
Lo que nos revela la fe es justo, es para el bien de todos, para que la esperanza florezca,  se contagie y se viva plenamente en un mundo de paz y concordia.  
La fe en nuestros tiempos caduca, se pierde entre los teléfonos y los medios de comunicación; la nueva moda de dejar a Dios a un lado no es como para aplaudirla o dejarla tristemente olvidada en un rincón de la casa.  La fe hay que vivirla todos los días para que sea agradable a Dios, para la sanación íntima del ser conforme a la ordenanza establecida de generación en generación por Dios, nuestro Señor.  La vida moral consiste en ajustar los actos libres a la ley natural de Dios y ponerlos en marcha, de tal forma que Su voluntad sea observada en espíritu y verdad.
 
 Columnista de En USA News

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