El ser humano, desde la
creación, ha vivido su vida en un mundo de señales, de pantomimas, de muecas y
ademanes geométricos, quiero decir, en un cuadrado que no abarca a otro ser
porque sus cuatro puntas parecen ser líneas rectas.
Cuando se abraza, el círculo
del cuerpo rodea a la persona y la estrecha hasta llegar a ser una envoltura o
un manto que une a dos personas por igual.
La idea del abrazo es la
alianza que no delimita ni condiciona, ni relega o deslinda a las personas sino
más bien las acopla y las vincula como si fuera una mezcla de ingredientes del
mismo color.
Cuando abrazas sabrás que la
vida se hace más llevadera, más grata al corresponder con la misma sencillez
que brota desde el corazón a los brazos. No hay nada más sorprendente que un
abrazo dado con sinceridad y espontaneidad, con ese sabor a candidez y nobleza
que sobrepasa todo gesto afable y humano sin utilizar palabras de más.
No hay otra forma de sentir
la consolidación de las almas si no es por medio de un abrazo, no existe el arraigo
o la firmeza si no se experimenta el calor humano del ser amado como una conexión de espíritu, amor, concordia
y paz, si no hay un acoplamiento verdadero.
Un abrazo es el símbolo de
consuelo más profundo e íntimo que sobrepasa las palabras, las señales, los
pactos y convenios, los actos y las firmas que, al final, se quedan plasmados
en un frío papel.
Hoy abraza, hoy expresa, hoy
enumera, hoy declara y hoy exclama que un abrazo vale más que las piedras
preciosas y el dinero, más que todo lo material que te rodea.
Con mi hija y nieto |
Con mi hijo |
Con mi nieta |
Con mi nieto |
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