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Algunas veces es natural
No hay nadie capaz de
expresar cuánto aburren todas
las cosas;
nadie ve ni oye lo suficiente como para quedar satisfecho.
nadie ve ni oye lo suficiente como para quedar satisfecho.
Eclesiástico 1:8
El tema de hoy es acerca de cómo resurgir en medio
de la tormenta. Les quiero brindar mis pensamientos e ideas acerca de cómo
podemos subsistir en medio de las severidades y complicaciones que se nos
presentan a diario.
Actualmente les puedo decir que la vida es más
complicada y compulsiva que nunca, perdida en los medios de comunicación en
donde nos zambullimos, al igual que en los conflictos del trabajo que nos
aniquilan y en los problemas económicos que cumplen, efectivamente, con el
desvanecimiento emocional del ser.
Pero no me voy a enfocar en lo negativo de la vida,
sino más bien en la esperanza de que lo contradictorio y real es un túnel que sí tiene salida, que sí tiene escapatoria cuando se consultan
los problemas con Dios.
Algunas veces es natural sentir esa sensación de
vacío, esa impresión de desierto que nace desde la profundidad del alma. No podemos
ni debemos pensar que la existencia del hombre es de color de rosa a toda hora
y en todo momento porque es completamente erróneo pensar así.
Mi pregunta es si es posible tener una actitud gozosa
y satisfecha que encadene la infelicidad que el ser humano experimenta, para
que los planes y aspiraciones sean agradables a nosotras y a Dios.
Hay cuestiones en la vida que no tienen remedio,
argumentos y debates sin respuestas que se interponen en y se apartan de lo que
en realidad deseamos concretar.
La existencia del hombre tiene sus altas y sus
bajas, momentos de declives, de laderas difíciles de escalar. Sin embargo existe
el deseo poderoso de convertir lo negativo en positivo, de girar las cosas para
bien, para saber manejar los planes de acuerdo a cada severidad, con la
expectativa y la confianza de una persona de fe que sabe salir vencedora durante
las épocas difíciles.
Algunas veces es natural experimentar tristeza en
los momentos en que las situaciones son paradójicas e incomprensibles a nuestros pensamientos. Hay
que levantarse del barranco y salir caminando hacia la luz, seguirla hasta lo
recóndito para darle sentido e iluminación a nuestras sombras.
No hay nada en la vida que no se pueda resolver,
nada, lo único que no podemos salvarnos es de la muerte, pero más que la muerte
corporal del ser, es vivir muriendo cada día dentro de la vida, sufriendo y llorando
porque no somos capaces de enfrentarnos a una existencia plácida, practicando
las enseñanzas que nos despliega Dios en Su Palabra.
Los ritmos de la vida consisten en saber compensar
las alegrías y las tristezas, abrazarlas y alejarlas con la misma convicción y
entusiasmo con que solemos enfrentar esos ritmos negativos que nos alejan de la
verdadera apreciación de vivir.
Algunas veces es natural estar en tinieblas sin
poder ver lo que abunda detrás de la raya imaginaria que nos detiene y nos
devasta, sin pensar que lo correcto y lo factible es ocuparse incesantemente de
obrar frente al bien, sin contemplar el mal para así obtener la bendición y el
triunfo —como una ceremonia o coronación— que nos debemos a nosotros mismos.
El pasado hay que dejarlo fuera, quiero decir, los
dolores sufridos y las memorias hay que espantarlas, dejarlas ir por el río del
olvido, diciéndole adiós a todo lo que nos entristece, sin mirar atrás, sin
tener ninguna duda al respecto y seguir adelante.
Dice la Palabra de Dios en Eclesiástico 8:11 lo
siguiente: «Las cosas pasadas han caído en el olvido, y en el olvido caerán las cosas futuras entre
los que vengan después.»
Algunas veces es natural que nuestras mentes choquen
con nuestro pasado y, de menos está decirles, que esos sucesos tristes del ayer
deben ser sepultados en el baúl del recuerdo o eliminarlos por completos. Durante
la etapa de rememorar el pasado, surgirán nuevos proyectos,
nuevas ilusiones, nuevas ansias de dicha y amor, de paz, de sentimientos fértiles
de reconciliación personal y consuelo.
Algunas veces es natural revisar nuestro corazón y
entregárselo a Dios, para que nuestras contiendas personales sean elevadas a
Él por medio de la oración. No podemos sentir que la alegría de vivir se detenga
o se olvide por no saber o querer darle nuestros problemas a Dios.
Y dice el Señor claramente en Isaías Capítulo 40,
Versículo 14,15 este mensaje alentador que rompe con las fronteras del desconocimiento
en los caminos de Dios: El Señor afirma: «Israel, pueblo de Jacob, por pequeño y
débil que seas, no tengas miedo; yo te ayudo. Yo, el Dios Santo de Israel,
soy tu redentor. Haré de ti un instrumento de trillar, nuevo y con buenos dientes; trillarás los
montes, los harás polvo, convertirás en paja las
colinas.» Amén, Amén.
noris capin
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