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domingo, 2 de febrero de 2014

Hablar del amor

155 VISITANTES
El amor es una lámpara
encendida, dice la Palabra
de Dios.
Hablar del amor, es hablar de Dios
¡Qué hermosa eres, amor mío, qué hermosa eres!
¡Tus ojos son dos palomas!

                                                                   Cantares 1:15
 

Hablar del amor es fácil, tan fácil, que las palabras salen por sí solas. En este mes, mes del amor y la amistad, encuentro las palabras necesarias para celebrar el sentimiento que sale del corazón y que rige al ser humano con pompas y esplendores (como el amor de Dios dado al ser humano en grandes cantidades, sin límites, con honores, dignidad y respeto.)
Porque el amor desciende del alma como cascadas de frutas frescas, como la llovizna que moja la vida de aguas excelsas, de ese sabor a vida y a miel como la Palabra de Dios que leemos en el libro del Cantar de los Cantares.
Hablar del amor enternece los sentidos del ser humano y los lleva a los recónditos lugares en donde han crecido los árboles, en donde en cada estación la vida se vistió de júbilo y canciones, de flores y nuevas luces de abundante nitidez.
Y el amor lo abarca todo, porque sin amor no existiría el desear el bien que nace de Dios hacia otras personas viviendo y reinando en el interior del ser y, por más que los dolores y los contratiempos digan lo contrario, el amor triunfa. El amor cualquier amor ya sea el amor de madre, de hermana, de esposa o hija, florece y queda como un bálsamo de gozo y destello, de eterna concordancia en la vida de cada ser que ama y agradece ser amado.
El amor nunca lo oscurece el tiempo, ya que la luz de sus cimientos retoca y da fuerzas a todos los puntos cardinales de la tierra y los reverdece, los lleva por caminos de piedras duras y las llena de una fuerza interior que abarca los pasillos de color, de intensa lucha...
El verdadero amor no tiene barreras, ni sombras, ni piedras que desvíen su curso; es incondicional, quiero decir, es absoluto, completo, ilimitado y devoto, lleno de fuerza, de poderío, de robustez que brota y late desde el origen en donde se enraíza y crece, en donde se establece y se fija a las fibras del corazón. El amor no duerme ni se confunde nunca.
Oh, el amor de Dios que es comparable al amor que depositó en el hombre propaga una especie de semilla reparadora que prospera y trepa hasta llegar al mismo cielo en donde habita bajo la misericordia de Dios.
Hablar del amor es conseguir que en cada situación salgan a florecer las noblezas y los homenajes que, dicho sea de paso, se expresa, claramente, en la Palabra de Dios en Cantares 6:11,12: "Fui al bosque de los nogales a admirar el verdor en el arroyo; quería ver los brotes de los viñedos y las flores de los granados."
El libro de los Cantares es el mejor (o lo más bello) de los capítulos bíblicos, que se deleita en su carácter afectuoso y apacible, henchido de una intensidad que cumple su propósito de divinidad y beldad por sobre todas las cosas. El Cantar de los Cantares es, por excelencia, como un coro de ángeles asomando en medio de la vida en donde se pierde, algunas veces, la esencia que Dios nos otorgó para el bienestar personal y del ser amado. 
El amor nos salva en los escenarios dolorosos, de pérdidas, de muerte y de amargas soledades; el amor cumple su misión de amor limpiando las situaciones lastimosas y lamentables que pueden hurgar el centro pulcro y saludable del ser humano.  

Hablar del amor, es hablar de Dios, de sus bondades, de la plenitud que nos viste en medio del tiempo en que somos como una vasija frágil, indefensos ante las fiebres del dolor; cuando no sabemos ni comprendemos si es tiempo de reír o de llorar, de cantar o de silenciar ante tanto sufrimiento.  Hablar del amor de Dios, es decir que desde el corazón de Dios, nos llegan lluvias de armonía aunque no la veamos caer—porque todo es un plan que no falla en medio de la felicidad o la tristeza.

 Llévame grabada en tu corazón, ¡llévame grabada en tu brazo! El amor es inquebrantable como la muerte; la pasión, inflexible como el sepulcro.¡El fuego ardiente del amor es una llama divina! Cantar de los Cantares Capítulo 8:6.



PLENITUD DE AMOR


Permite que el destino te sorprenda
y que el amor en ti permanezca
como un río fértil, como una prenda

de luz sobre tus hombros.

Que el destino te descubra y el amor

te sonría como nunca, con la certeza

de que será para siempre su plenitud

entre las flores.

Que el recuerdo no envejezca,

que tus ojos no lloren frente a Dios,

frente a la ofensa, que no se pierda

la mínima juventud de tus ojos.

 

                                      ©Noris Capín 



 
 
"La aridez del cactus es como el licor
de duras hojas, anchas y puntiagudas,
con espinas y sin rezos al despertar."
Obra sin terminar de N.C. en acuarela.

 

Doy oídos a Bocelli
 
Hoy decidí dar oídos a Bocelli
y estar como cuando estaba
 tirada en la hierba,
y en mano una ancha cuartilla.
Escribir alguna casualidad
de orilla es como decir nada
a las tantas de la madrugada.
Perderme en el refajo de la luz
y, de paso, colocar las palabras
en un camino doliente,
parece ser una esencia callada,
un concurso para irse en cruz
sin plumas y sin audiencia.
Yo llevo mis propias palabras
a un discurso inerte, indolente
a todos los párrafos sin decir
durante un tiempo de bruma.
Me cuesta hablar,
no me comprende la gente,
mi propia estructura de árbol
retira sus ramas silvestres
 y las llena de suave esplendor.
Hoy decidí dar oídos a Bocelli
y estar como cuando estaba
tirada en la hierba.

Gracias a mis amigas por tanto amor, gracias
por arrancarme del tiempo en que estoy.


CONCIERTO DE WILLIE NELSON

Mis amigas me sacaron del acritud del tiempo,
y me llevaron, como un pájaro herido,
a un concierto.
Válgame de quienes me aman para sacarme
del tiesto, hacerme feliz para obtener de mí
 una sonrisa.
!Fuimos a ver a Willie Nelson! artista, poeta
de simples  versos, de ochenta años  bajo
su pecho...
Grandiosa noche de música y prosa, evento
de guitarras y talento, de tanta amistad
y dedicación.

noris capin
 
 

miércoles, 30 de octubre de 2013

LOS ÁNGELES

VISITANTES 134
Johann Heinrich Vogeler (1872-1942)
"Primavera"
 
LOS ÁNGELES
 
 »No desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues les digo que en el cielo los ángeles de ellos están mirando siempre el rostro de mi Padre celestial»
                                                                                                     Mateo 18:10

Lo primero que nosotros debemos de saber acerca de los ángeles, es que están con nosotros, unidos en lazo eterno.  Nos acogen y nos resguardan de daños y maleficios, y nos defienden de las flechas encendidas del mal.  Ellos existen, son reales aunque no tengan cuerpo, aunque no hablen de la paz o de la guerra, de la vida o de la muerte, de la alegría o del dolor. Ellos viven para agradar y hacer la voluntad de Dios a toda hora y siempre –como una bendición– más allá de nuestro terco entendimiento.
Los ángeles son seres creados por Dios, no obstante no tienen la potestad de Dios.  Son admirables criaturas, espíritus puros e inmateriales que han estado presentes en la vida de la humanidad desde el principio de la creación del hombre –y lo podemos leer en el Evangelio– la existencia de estos seres portadores de la “Buena Nueva”. En el pasaje de Éxodo 3, 2 un ángel se manifiesta como el “Ángel del Señor”.
Es importante saber que los ángeles, son leales conciliadores del bien del hombre, moderadores de la justicia, árbitros de la verdad y no la mentira.  En ningún momento son similares a Dios, porque Dios es el Supremo Ser que no tiene sustituto ni sucesor. Dios es perfecto y no hay otro ser que lo iguale.
No obstante los ángeles tienen su misión y su tarea en la tierra; un servicio antes los planes de Dios para que el ser humano camine en pos a la dignidad y muestre la Gloria de Dios en sus acciones y culpas.
Y podemos leer acerca de los ángeles ciento y ocho veces en el Antiguo Testamento como también ciento sesenta y cinco veces en el Nuevo Testamento.  Eso es más que suficiente para saber y ratificar que su presencia en la vida de cada uno de nosotros es válida.
La creencia que nos han inculcado nuestros antepasados, y aun la fe que nos promete y nos convida a saber que los ángeles son “espíritus” que se declaran como “seres de Dios” para que estemos conscientes de su existencia en nuestra vida y nos permitan un grado de protección y liberación ante los ataques deliberados del mal.  Dice la Santa Palabra de Dios en Colosenses 1, 16 que “En él Dios creó todo lo que hay en el cielo y en la tierra, tanto lo visible como lo invisible, así como los seres espirituales que tienen dominio, autoridad y poder”.
Nosotros, los seres humanos, somos “alianza de carne y espíritu” de manera que Jesús se convirtió de carne y hueso con el propósito de redimir nuestros pecados. Los ángeles, por otra parte, son delegados de Dios, no como una omnipresencia (que está en todas partes) sino más bien como un signo de espacio entre el cielo y la tierra para protegernos. Nos confirma Dios en Su Palabra que “En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre” Mateo 24, 36.
Mas esos angelillos que nos designa Dios Santo, son ángeles de paz que vienen a reforzar los deseos de Dios de rectitud, de honra y honor para santificar el camino por donde andamos. ¿Has encontrado alguna vez a tu ángel? Le has sentido abrir la puerta de tu corazón en momentos de angustia y torpedad, de rara confusión? “Has visto o sentido a ese ángel levantarte de entre los vivos y los desdichados para hacerte sentir fe y devoción por Dios?
Los ángeles de nuestras vidas, han estado presente en los momentos de desapego, aridez, tristeza o indiferencia. Han estado allí cuando hemos sentido que la vida no tiene sentido y los conflictos y pesares suelen ser más profundos que el mar.  Esos ángeles que han estado a nuestro lado donándonos una sonrisa, una palabra de fe o un abrazo, han sido nuestros propios amigos, aquí en la tierra, ellos son los que han intentado levantarnos de las miserias de la vida y el llanto.
¿Puedes identificar a “tu ángel” cuando hablas con una persona que te alza en espíritu y verdad? ¿Cuándo te dice que hay una luz al final del horizonte, aguardándote?  Ese alguien puede ser esa persona la cual confías y su presencia resplandece tu alma cuando estás caído, cuando nada suele ser placentero a tu mirada durante el bullicio o la soledad.
Ese ángel, que Dios ha puesto en tu camino, te enseña la senda correcta, te da ese empujón que necesitas para que continúes en fe. Te anima a ser mejor persona, a ver las cosas positivas.  Ángel de la vida del hombre que te recuerda que eres apreciado y querido, que te inspira confianza ante los percances desoladores de las tinieblas del mundo. Ese ángel puede ser una persona amiga o desconocida  quien te invita a ver las situaciones de un modo espiritual, agradable a Dios y te ayuda bajo cualquier circunstancia.
Y para finalizar esta meditación de los Ángeles de Dios, les invito a confiar en el Ser más Omnipotente que puede cambiar tu vida; el único Dios que envía a Sus ángeles para protegernos.  Los ángeles más grandes de nuestros tiempos han sido aquellas personas que nos han amado hasta el último suspiro en forma de ángeles o en la vida real y, a ellos, les debemos respeto y gratitud siempre.
»Les digo que así también hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte.» Lucas 15:10. Amén.
noris capin
 
 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mujer al fin.

VISITANTES:  36
 

 Mujer al fin...

Cambias como el viento giras, despeinas y renuevas. 
Como el río corres, como las aguas refrescas.
Como el horizonte te alejas, como el alba resplandeces.
Como mujer al fin amas, como mujer al fin creces
.

Noris Capín
 
 
 
Alegre siempre

 “Alégrense los que buscan tu protección;
                                                      canten siempre de alegría porque
                                                       tú los proteges.  Los que te aman
                                                           se alegran por causa tuya.” 

                                                                                   Salmo 5: 11

Hemos sido creados por Dios para amar, para ser felices y ser capaz de brindar a otros lo mejor de uno mismo.  Hemos nacido para ser parte del universo y ser luz y no para que la tristeza nos cubra con su manto patético y desolador. 
Tenemos más que suficientes motivos en la vida para estar alegres y, sin embargo, la mayoría de las veces caminamos mirando hacia abajo, tristes, dando la impresión de que la congoja es la rige nuestra vida.  Para poder ahuyentar las sombras que se han hecho perennes en nosotros, tenemos que sacar todos los impedimentos que desordenan ese don que nos convierten en personas sin alicientes y sin esperanza. 
Todo lo que Dios creó lo hizo bueno y no hay nada que Dios haya creado que no sea de otra manera, por lo tanto, el saber que Dios nos da a elegir entre estar alegres o tristes es una decisión que debemos hacer por nosotros mismos.
La alegría es una actitud de júbilo que se experimenta cuando algo extraordinario ha sucedido en nuestra vida, algo que haya hecho la diferencia y nos ha dejado un efecto grato y permanente en nuestro vivir. 
Pero la alegría no es un complemento que se adhiere a nuestro espíritu si no sabemos exactamente el significado de esa postura que, en cierta forma, nos permite entrar en una relación propia.
La alegría interna es la que se apropia del alma: ese sentimiento que tiene que ver con el amor, la benevolencia, la amabilidad y la misericordia; si no existen estos sentimientos anidados a nuestro ser, la alegría no se auténtica ni se contagia a otros por más que queramos ser instrumentos positivos en la vida de nuestros familiares y amigos.
El estar en esa apatía perenne nos conduce a la desintegración de nuestro propio ser y, a medida que pasa el tiempo, nos acostumbramos a cargar la tristeza dentro del corazón como una mochila llena de piedras y desencanto.
Es imposible estar alegres todos los días, pero nosotros tenemos la capacidad de elegir nuestro estado de ánimo con tan sólo dedicarnos a desviar la tristeza. 
Definitivamente hay que detener el paso para reflexionar cada instante de la vida por más insignificante que este sea.  El no saber extraer esos momentos de satisfacción y abrazarlos, es sencillamente no estar en conexión con Dios.
Estamos creados tú y yo para sentir alegría, a ver más allá de esa fábula que nos leyeron cuando éramos niños; sin embargo nosotros podemos ser una parte real de nuestra propia historia cuando sabemos apreciar los momentos en donde somos las verdaderos protagonistas y no las princesas y los príncipes de los cuentos de hadas.
Dicen algunas personas que la alegría es algo tan transitorio y es casi imposible de alcanzar,  sin embargo algunos filósofos dicen que la alegría es un estado que se puede escoger con solamente cambiar las actitudes que rigen al ser humano cuando se hace el intento de salir triunfantes por arriba de la tristeza. 
 La alegría es un sentimiento que nosotros mismos podemos mantener y cultivar cuando estamos en los caminos de Dios, aunque, en ciertas ocasiones, nos consuma el sufrimiento y el llanto.
Tenemos que comenzar hacer ese recorrido tomando cada momento como lo que es y no como nosotros lo queremos ver.  Precisamente por querer desviar todo lo que está en desacuerdo con nuestros planes, nos da la impresión de que nada es auténtico, válido o real.   
Primeramente tenemos que enmendar esa imagen negativa que llevamos cargando toda la vida: esa actitud pesarosa que oscurece nuestra propia aureola por ser pesimistas y poco visionarios.  El don de la alegría tiende a disolverse al toque de la primera negación personal que nos planteamos.   Cuando vamos mostrando esa apatía que nos lleva a estar en un estado de antagonismo con nosotras mismas, debemos hacer un hincapié para cambiar la tristeza por gozo.   
La alegríaque debe ser permanente en nosotrosnos acarrea tremendas hostilidades cuando no permitimos la sanación interna, con eso quiero decir, que si no nos comprometemos a aliviar el dolor o a reponernos de los errores contraídos durante el curso de la vida o a convalecer en nuestro propio incumplimiento, siempre vamos a estar diciendo: “mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa” y es por eso que sufrimos nuestras infracciones a tiempo y a destiempo y no nos damos la absolución a nuestros propios errores y faltas.
Cuando no perdonamos a nuestros deudores y enemigos también se esconde la alegría de nuestra vida puesto que los resentimientos y los odios salen a relucir en los momentos de fragilidad humana contra otra persona.  El no poder indultar a otros es vivir con una espina clavada en el corazón por siempre.  Es vivir amargado y mortificado cada vez que el recuerdo de algún incidente del pasado nos perturba.  Si no nos perdonamos a nosotros mismos no somos incapaces de perdonar a otros esa es la realidad.
Vivir con alegría es saber escoger esos momentos y revivirlos en el corazón, es guardar en la profundidad del alma el calor de una sonrisa y una palabra sanadora aunque se esté atravesando por momentos difíciles. 

jueves, 5 de septiembre de 2013

Danza, danza...

Visitantes: 118


Danza en el Espíritu de Dios
¡Alábenlo con toques de trompeta! ¡Alábenlo con arpa y salterio!
 ¡Alábenlo danzando al son de panderos!   
Salmo 150: 3-4

 
Cuando pensamos en el baile, lo primero que nos viene a la mente es una fiesta o una obra de teatro musical ¿Cierto? Pensamos que el hecho de bailar sólo les pertenece a los artistas y a los jóvenes.  Pensamos entonces que el acto de bailar es para ejercitarnos o pasarlo bien moviendo las caderas y los hombros; girando como locos alrededor de una pista.
Adivino lo que están pensando ustedes, amigos, cuando les hablo acerca de la danza en el Espíritu. No, no es una cuestión de invitarlos a ningún baile o acto cívico en donde danzaríamos todos al compás de nuestra música regional o el último paso de moda.  Nada de eso.
Sé también pensarán –algunos de ustedes– que ya son mayores de edad y que su capacidad de caminar –y menos de bailar– es altamente limitada.  Sienten que la inhibición toma posesión de sus mentes y, en desconfianza, rechazan la idea de dar un sólo paso para el disfrute de sus mentes, cuerpos y espíritus. 
Pues yo le voy a revelar algo extraordinario que ustedes no tienen idea de que se trata y, precisamente, quiero invitarlos a danzar.  Pero no es un baile para lucirse ni alardear en una reunión con su pareja, o resplandecer frente a las amistades ni tampoco para ostentar un nuevo vestido o calzado.  Nada de eso.  Me refiero a danzar en el Espíritu.  ¡Sí, en el Espíritu de Dios!...así es de simple, así de maravilloso.
 
Puedes danzar en el Espíritu de Dios en cualquier momento o a cualquier hora del día. Puedes avivar la gracia de la danza con tu cuerpo, con tus ojos, con tus brazos y los pies.  Es muy sencillo. La danza es un idioma que consiste en alzar las manos y mover los pies por medio de los movimientos rítmicos a un acompañamiento musical, dejando que el Espíritu de Dios sea quien dirija la danza durante la oración.
 
Danza con el corazón y la mente, con los ojos cerrados, con los brazos abiertos –como mirando a Dios– dando la bienvenida al gozo a través de todo tu cuerpo.  Tu alma puede danzar cuando aplicas la justicia y la misericordia a otros, en el trabajo; cuando las situaciones precarias dan un giro opuesto a la danza del Señor; cuando las tristezas y preocupaciones se convierten en un “baile” desleal, hay que hacer un alto.  Pues como sabes, hay una diferencia entre la “danza y el baile”.
 
El cuerpo que es el que dirige la danza, déjate llevar por el Espíritu de Dios y la música espiritual, siendo esto un ejercicio de adoración y alabanza a Dios.  ¿Acaso ignoras que vuestro ser es templo del Espíritu Santo? y como tal debes dejar que se exprese a través de cada miembro de tu cuerpo, con la simplicidad que estimula a dar cada movimiento en ofrenda a Dios.
 La danza Bíblica, es de por sí una expresión profética de las Palabras que leemos en el Evangelio; lo podemos encontrar, por ejemplo, en 2 de Samuel  Capítulo 6, Versículo 14: “David iba vestido con un efod de lino, y danzaba con todas sus fuerzas,  y tanto él como todos los israelitas llevaban el arca del Señor entre gritos de alegría y toque de trompetas.
Y yo entiendo la danza del Señor, la danzo, cuando la música palpa los cimientos de mi alma. Es una sensación de paz y plenitud que se siente en el cuerpo cuando se deja una llevar por el amor de Dios. 
Es un compromiso de alabanza, de restauración integral, de bienaventuranza, de recuperación íntima, de salvación y amparo.  Danzar en el Espíritu de Dios te dará la oportunidad de orar por medio de la mente y, en obediencia, le ofrecerás a Dios lo mejor de ti.  Estar en la danza de la vida, a través del Espíritu, te dará honra, honor, paz y consuelo y, en recompensa, la vida eterna.
 
Dice la Palabra de Dios en el Salmo 33 lo siguiente: “Aclamen al Señor, hombres buenos; en labios de los buenos, la alabanza es hermosa. Den gracias al Señor al son del arpa, cántenle himnos con música de salterio, cántenle un nuevo canto, ¡toquen con arte al aclamarlo!
No temas al danzar en el Espíritu, la Gracia de Dios hará que tus pasos sean libres de toda inhibición, de toda renuncia, de toda inmolación, dándote entrega, consagración, triunfo, certeza y bendición en abundancia.  Prueba a danzar en los brazos de Dios y no te quedarás defraudado.
 
“Alaben su nombre con danzas, cántenle himnos al son de arpas y panderos. Porque el Señor se complace en su pueblo; da a los humildes el honor de la victoria” Salmo 149: 3,4.