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lunes, 29 de mayo de 2017

LOS HUESOS SECOS


Los huesos secos
El Señor puso su mano sobre mí,
y me hizo salir lleno de Su poder,
y me colocó en un valle que estaba
lleno de huesos.”

Ezequiel 37:1

 

Cuando mediten  las lecturas del Antiguo Testamento, encontrarán un tesoro escondido en cada página. Cada lectura  declara un conjunto de  libros canónicos escritos en la Biblia, donde se ratifica la existencia de Dios a través de las profecías inspiradas por las experiencias del pueblo judío al introducirse las fuentes de la revelación cristiana.
Pero al analizar la esencia que emana de la profundidad que encierra cada escrito profético, de mensajes y recomendaciones de la Santas Escrituras, podrán hallar el alimento que prepara al ser humano a conocer más la Palabra de Dios, la que se hizo carne en el Nuevo Testamento por medio de la venida de Jesucristo.
El profeta Ezequiel fue un hombre de una profunda fe y brillante sabiduría; él percibió innumerables revelaciones divinas en forma de visiones y se valió de muchas acciones simbólicas para impartir y expresar los mensajes que están en el Sagrado Libro.
Hace muchos años hubo una lectura en el Antiguo Testamento que tuvo una impresión sorprendente en mi vida y, cuando la leí, por casualidad, comencé a dar signos de vida, de ese aliento refrescante que avivó cada célula de mi ser. Y esa lectura se encuentra en  Ezequiel Capítulo 37: Los huesos secos.

Cuando releí el título divino e inverosímil, no tuve otra alternativa que sentarme a leer con detenimiento el mensaje que dejó escrito Ezequiel.  De alguna manera esa lectura hizo un impacto sonoro en mi existencia, tanto, que su contenido se encargó de devolverme la vida y armarme de valor.

Esa lectura la comparto con ustedes porque deseo que la descubran, que la desmenucen y la entiendan en las páginas del Antiguo Testamento.  Esta misiva de esperanza se encargó de llenar mi vida de un soplo cálido de amor y esperanza ya que  es un mensaje que almacena una serie de palabras de subsistencia y no de muerte. 
¡Aliento de Vida!: soplo del alma: respiro, ánimo, impulso, emanación, vértigo interno, viento.  Vida, Vida, Vida...
Al leer esa lectura —despacio y contemplativamente—, con la seriedad de una alumna aplicada, fui procurando entender el escrito como si una voz me transportara a meditar profundamente el mensaje profético, alcanzando un diálogo íntimo con Dios lleno de luz y armonía divina.
Dice la Palabra de Dios: El Señor puso su mano sobre mí, y me hizo salir lleno de su poder, y me colocó en un valle que estaba lleno de huesos. El Señor me hizo recorrerlo en todas direcciones; los huesos cubrían el valle, eran muchísimos y estaban completamente secos. Entonces me dijo: "¿Crees tú que estos huesos pueden volver a tener vida?" Yo le respondí: "Señor, solo tú lo sabes."
Sin embargo, para entender este anuncio con la transparencia que se merece cada estrofa, tuve que colocarme en el medio del mismo valle “repleto de huesos secos” y a medida que comencé a leer todos los versículos correspondientes a la lectura, empecé a experimentar y a sentir que mis huesos estaban completamente huecos, secos y sin vida, exactamente como lo anunciaba el gran profeta.
Pero esta lectura, lejos de dejarme lista para cerrar la Biblia y olvidarla, me dispuso  a continuar leyendo,  adentrándome intensamente en su contenido. Sentí, verdaderamente, que estaba escuchando la voz de Dios ofreciéndome una esperanza.
El Señor me dijo:  “Habla en mi nombre a esos huesos secos.  Diles: “Huesos secos escuchen este mensaje del Señor:  voy a entrar en ustedes aliento de vida para que revivan.  Les pondré tendones, los rellenaré de carne, los cubriré de piel para que revivan.”  Ezequiel 37:4-6
Y eso fue precisamente lo que yo percibí cuando mis ojos se detuvieron en esa lectura curativa:  mi cuerpo estaba compuesto de huesos secos y sin fuerzas, carentes de la piel protectora y llenos de tendones flácidos e inertes.  De de tanto andar por los caminos del sufrimiento, todo en mi se había quebrado: mis piernas, mis brazos, mi juventud y mis deseos de vivir una vida feliz.
Sin embargo, la Palabra de Dios revive y fortalece, renueva y enaltece al caído con el soplo fulminante de Su poder sacando de las fosas oscuras y húmedas al que pone su fe y confianza en Dios. 
No quiero detallar más el mensaje, sino que deseo y las invito a que ustedes mismas abran sus Biblias y busquen el susurro de Dios en la Santa Palabra de Ezequiel.
Entonces el Señor me dijo:  “Habla en mi nombre al aliento de vida y dile: Así dice el Señor:  aliento de vida, ven de los cuatro puntos cardinales y da vida a estos cuerpos muertos.  Yo hablé en el nombre del Señor, como Él me ordenó y el aliento de vida vino y entró en ellos”.  Ezequiel 37:9-10



 
 
Noris Capin
 
Articulista del periódico
"En USA News"
 

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