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Tiempo de Navidad
Envía
tu luz y tu verdad,
para que ellas me enseñen el camino que lleva a tu santo
monte,
al lugar donde tú vives.
al lugar donde tú vives.
Salmo 43:3
Vamos sintiendo el paso de
los años sobre nuestras espaldas, y no nos damos cuenta de que los días son
cortos y las horas son algunas veces interminables. Vamos notando cómo las estaciones van y
regresan y los períodos se confunden y se pierden al igual que los atardeceres.
Y es que el curso del tiempo
es misterioso y tenso; el lapso de veinticuatro horas no tiene apuro, ni le
importa lo qué está ocurriendo en la vida de los seres humanos, por lo tanto es
inexpugnable e inquebrantable y no se detiene nunca.
Hemos estado viviendo momentos
intensos de confusiones, desconciertos, de laberintos y caos, pero no
percibimos que ya es Navidad y que el nacimiento de Jesucristo está en el
umbral de nuestra vida. Y al venir esa etapa luminosa, de alegrías, de familia
y de regalos, no nos queda otra alternativa que
ocuparnos de transformar nuestros corazones.
Nuestra familia es la
continuación de la vida, la permanencia de lo verdadero, la estabilidad de lo
cierto y la extensión de los lazos vitales que nos unen a la existencia. Es más, estamos ligados a seguir resurgiendo
en medio de las cosas irreversibles, brillando por dentro, resplandeciendo como
un árbol de Navidad lleno de luces y de niñeces.
Este es el tiempo de volver
a ser chicos y esperar con anticipación a los Reyes, y sentir que hay ilusión
en nuestras vidas por las pequeñeces que nos pone delante Dios. No nos podemos
detener a pensar que el pasado es doloroso, y debemos entender que los momentos
de amargura vivida ya es historia y un añejo concluir de un tiempo remoto de
sufrimientos.
Hay que resucitar de las
mala rachas, amigos, y olvidarse de los palos que nos dio la vida, de los
pecados que cometimos y de la pesadumbre que abraza el presente. Si estamos de
acuerdo que la llegada de Jesús es un acontecimiento que florece ante nosotros,
más vale renacer desde el corazón, desde la nostalgia que no nos permite ser
feliz.
Acuérdense que el tiempo es
fugaz, traicionero y no perdona; no podemos regresar para enmendar la vida
vivida puesto que los lapsos no regresan para volverlos a empezar o para
emparchar los errores o tapar con un dedo lo ocurrido anteriormente. Esta oportunidad, en donde la esencia de la
Navidad destruye cualquier tipo de peso acomodado fielmente en nosotros, nos
remoza para salir al nuevo tiempo con júbilo y armonía. Y yo sé que es muy difícil lidiar con la vida
sacrificada de cada uno de nosotros, no
es fácil, pero se pude restituir el gozo, abrazarlo y llenarlo de oportunidades
para sentir el espíritu de Dios haciendo nido en nosotros en ésta temporada de
revestimiento íntimo.
¿Y qué vamos hacer en este
tiempo de santa algarabía? ¿Qué planes
se nos antoja estrenar para ser parte de los sueños y zambullirnos de cabeza en
esta estación resplandeciente y hacer realidad lo que usualmente no culmina?
Nuestro Señor Jesús desea
que seamos felices, que estemos tranquilos y que encontremos en cada etapa de
la vida, la vida, el sabor del hogar y la esencia escondida de cada situación,
porque todo tiene remedio, todo tiene una respuesta y una solución. Nada se cuela
por debajo de la mesa sin que antes sea agradable a Dios, Todopoderoso, de
manera que reverdecer como el tiempo de gracia por nuestras propias fuerzas,
nos apura a hacer un cambio.
El día del nacimiento de
Jesús nos prepara para seguir adelante aunque veamos las cosas a través de la
niebla que nos ciega, el alumbramiento de María, la madre de Jesús, nos ha
traído el sentido de la maternidad, que es un regalo, una ofrenda de amor que
es como un manto feriado sobre nuestro cuerpo y hay que estar alegres.
Dice la Palabra de Dios en el Salmo
43:4,5 lo siguiente: Llegaré
entonces a tu altar, oh Dios, allí te alabaré al son
del arpa, pues tú, mi Dios, llenas mi vida de alegría. ¿Por qué
voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi
esperanza he puesto en Dios, a quien todavía seguiré alabando.
Después de esta confirmación, venida
de las Santas Escrituras, no podemos quedarnos fríos, serenos e imperturbables sino que en lugar de
estar perennemente en ese estado de ahogo, despeguemos la tristeza de nuestro
ser y seamos felices como nos dice el
Señor.
Del periódico "En USA News"
por Noris Capin
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