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domingo, 5 de mayo de 2013

Crecer en bendición

Crecer en bendición y en vida propia
  “No vivan ya según los criterios
del tiempo presente; al contrario,
cambien su manera de pensar,
para que así cambie su manera
de vivir y lleguen a conocer
la voluntad de Dios, es decir,
lo que es bueno, lo que le es grato,
                                      lo que es perfecto.”                                                                                                                                                                                                                                                 Romanos 12:2
                                                                                                                                                                                                                                                           Crecer Crecer en bendición, es crecer en el poder de Dios, en el favor y la gracia de sus innumerables regalos.  Las bendiciones que Dios nos proporciona, son aguinaldos y grandiosas propinas llenas de consagración, de promesas y verdades. Y no necesitan ser nombradas, pues cada persona sabe cuáles son los dones que hacen que su vida crezca y prospere de una manera inconfundible.
Y a través de las bendiciones de Dios, cuya sabiduría nos hace entender Su propósito en nuestra vida, hace que nos detengamos y meditemos “el propósito” que nos urge a profundizar Su voluntad para ser leales con nosotros mismos. 
Al sufrir la pobreza espiritual en carne propia, se va forjando dentro de la persona una coraza, una especie de capa interna –de adentro hacia fuera– que devalúa el amor propio o auto estima, haciendo un hueco hondo en el corazón.  
Al vivir en estrechez anímica –que es perjudicial para llevar una vida notable– se ausenta el esfuerzo personal, la estima, la robustez de espíritu y la paz que necesitamos observar a toda hora y siempre.
Todas las etapas, acontecimientos, eventualidades y contratiempos que han ido evolucionando y reformando nuestra vida, nos han hecho más fuertes, más inmunes a la adversidad y a la derrota. No hay derrota que por bien no venga ni hay adversidad que nos prive de ser quienes somos.
Por medio de las bendiciones de Dios, desarrollamos una confianza intrínseca y un respeto por uno mismo, a todo lo que viene de Él, porque de Él proviene todo lo que necesitamos.
Captamos, pues, la magnitud que se deriva del poder de Dios y, al esforzarnos en ser mejores seres humanos, nuestra vida camina en pos a la comprensión y compasión por uno mismo, por las personas amadas y por el prójimo.
De hecho, cuando nuestra vida se enlaza fielmente a las bendiciones de Dios, sabemos que andamos
por el buen camino y que todo lo demás, como dicen las Escrituras, viene por añadidura.
Dice la Palabra de Dios en Romanos 11: 33-36 lo siguiente: ¡Qué profundas son las riquezas de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus decisiones, ni llegar a comprender sus caminos. Pues «¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá darle consejos?  ¿Quién le ha dado algo antes, para que él tenga que devolvérselo?»  Porque todas las cosas vienen de Dios, y existen por él y para él.
Sin el aporte incondicional de Dios, nada es posible.  Lo sabemos.  Pero hay que reconocer que Dios es el responsable de todo lo que rige nuestra vida y que en Él podemos confiar para que nuestra existencia se inunde de bien y sabiduría. Repito, sin Dios y Sus bendiciones, nada es posible.
Crecer en bendición es hallar la clave de la felicidad. Pero recuerden que la felicidad íntima de la persona, no radica en la “otra” persona sino “en uno mismo”.
Crecer en bendición es abrirse a la vida y observar las cosas buenas que nos animan y nos ayudan a incrementar el auto estima y la fe, la pasión por las cosas.  Al reconocernos tal como somos, podemos entender y palpar todo aquello que Dios nos brinda.  Inclusive, podemos contar las bendiciones –una a una– y regresar al lugar de los acontecimientos, al punto inicial en donde podemos mirar hacia atrás y, verdaderamente, “contar” el favor y gracia de Dios a través de tiempo.
Crecer en bendición es apreciar quienes somos confesando nuestras virtudes y defectos; sabiendo que cada virtud y defecto son parte de un aprendizaje que admite amarnos y valorizarnos de la manera que somos…así de sencillo es la soberanía y la gracia de Dios.
Aceptarse en lo físico, en lo psicológico y social, es reconocer y confesar todo lo que se deriva de Dios y sus bendiciones es para que crezcamos espiritualmente, para tener una mente saludable, rechazando el mal, rehusando hacer el mal, ahuyentando las perversiones que vienen de afuera, alejando toda la falsedad que promueve la hipocresía y que dificulta las relaciones entre los seres humanos.  De manera que aceptarnos del modo que somos, a través de Dios, es saber que todo está en Sus manos y nada queda fuera de sitio.
¿Qué más podemos hacer sino complacer a Dios en espíritu y verdad para recibir las bendiciones que Él nos proporciona, con agrado, todos los días?
Según la Palabra de Dios, no podemos ni debemos dejar de crecer o de aprender, de alegrar o de reír. Siempre habrá algo en que instruirse, algo más que entender, algo más que compartir con la humanidad. Todo lo anteriormente dicho nos enseña a ser mejores personas, a madurar bajo la guía de Dios que, por medio de nuestro impulso y elocuencia, al dirigirnos a otros seres humanos, avanzamos hacia el progreso espiritual que es poder de Dios estabilizándonos emocionalmente.
Y aquí termino, sintiendo es importante comunicarles que Dios nos bendice todos los días, que las situaciones precarias que nos asaltan, la mayoría de las veces, son circunstancias que nos ayudan a progresar, a fomentar la fe, a prevalecer en el amor de Dios con esa fuerza interna que alza nuestro espíritu y lo salva.  “Vivan alegres por la esperanza que tienen; soporten con valor los sufrimientos; no dejen nunca de orar.”  Romanos 12: 12. Amén.
 por Noris Capin

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