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Obra en papel de Noris Capin |
Y
ME DIJERON
Y ME
DIJERON
que tus
ojos se igualaban a la yerba buena,
a los
montes lejanos en donde se visten
Allí donde se acopian los matices
de
agua fresca, de sal y de todos los bienes
Me dijeron que eras como la lluvia eterna
y que lo abarcabas todo con tu canto,
que lo ceñías fuertemente con tu abrazo
ante el jardín de todas mis fiestas.
Me dijeron que tu tez era morena
y que ardía la vehemencia de tu frente,
encima de la raíz de todas mis penas
y mi recordada ausencia.
Y te divisé un día al nombrarte mío,
en las alas del frío silencio,
en la escuela,
entre los pupitres que me guarecían
entre los pupitres que me guarecían
del miedo, de
tantas suertes acopladas
a mi mente,
y al
destino de tus ojos y tu abrazo.
FUE
MI SUERTE
Fue
mi suerte la misma suerte de los pobres
y
fui como un ave doliente tratando de volar,
hacia una marea crujiente y por encima
del
mar que eleva mi voz.
Fui
lo mismo que un trecho lleno de abrojos,
colmado
de piedras, de indígenas vestiduras,
de
bolsas saciadas de culpas, de mortíferas
ingratitudes
desde el mes de abril.
Soy,
soy, como una prenda sin lustre, soy,
como
una llamarada sin labios, como la luz
que
no se enciende al salir el sol.
Y
ya no me veo como una santa criatura
sin
jaula, que no entiende de insomnios,
la
que no sabe de agravios, de desdichas
infantiles
creadas por otros.
Soy
la infanta de los campos, mi verdadera
naturaleza
son mis ramas, la única dicha
que
me acoge son las hojas de mi árbol
que,
cada noche, me envuelve fielmente
con
su voz.
Fue
mi suerte la misma suerte de los pobres
cuando
me di cuenta que mi riqueza
fue siempre mía, —como un regalo—
de mi Dios por todos los siglos
de siglos. Amén.
de siglos. Amén.
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