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Como un aire fresco que renueva el ambiente, llega el mensaje del Señor Todopoderoso para ti. Él quiere decirte, en medio de tu desesperación, que estés tranquila. Él desea comunicarte que tu dolor solamente será por un corto tiempo.
Tu barca anclará cerca de la orilla, para que nades con confianza, hasta encontrar la ribera. Mantén la paz, porque ella es la que gobierna tu cuerpo y tu alma; abraza la paz, porque ella es la que ensancha tus deseos de vivir. Aférrate a la paz, porque sin ella los laberintos serán más oscuros, los mares más profundos y las montañas inalcanzables.
La paz no es solamente la tranquilidad del espíritu. La paz es el Señor, tu Dios, el que te acompaña en tu lecho de enferma. Dios sabe de tus sollozos e incertidumbres. Él no ignora los quejidos de tu cuerpo doliente. Al igual que Su propio cuerpo, soportó vejaciones y quebrantos; de allí que Él conozca tus llantos, tristezas y desilusiones. Piensa en Dios y todo lo que Él te ha dado. Considera también, las bendiciones que Él ha derrochado sobre ti. Recuerda a aquellos que han sufrido iguales o peores padecimientos; y a otros que no han tenido fe, pues no han sabido alzar una plegaria y encomendarse al Señor en cuerpo y alma.
Sin embargo, tú conoces al Señor; tú sabes de las bendiciones que realzan Sus gracias espirituales. Tú eres portadora de Su Santo Espíritu, e hija preferida. ¡Pídele Su compasión y Misericordia! Dice la Palabra de Dios: “Tú serás una hermosa corona real en la mano del Señor, tu Dios. No volverán a llamarte abandonada ni a tu tierra destruida, sino que tu nombre será mi predilecta” (Isaías 62:3-4).
Contempla la cruz del Señor desde tu lecho y deposita tus sinsabores bajo Sus venerables pies. Dios, desde lo alto, observa tu congoja. Desde Su cruz, mitiga tu tristeza desde Su rústico madero, te bendice. Él envía Sus ángeles a que te cuiden. Su bondad y Su amor se hacen cargo, no sólo de restablecer la fe perdida, sino también la salud anhelada. Por lo tanto, con devoción y absoluta confianza, acógete a Su Divinidad y eterna Misericordia.
Dale siempre gracias a Dios por todo y recuerda que no duerme ni descansa el Santo de Israel, sino que vigila ferviente el guardián de Jerusalén. “Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará ni se vendrá abajo mi pacto de paz. Lo dice el Señor que se place de ti(Isaías 54:10)
“Por un corto instante te abandoné,
pero con bondad inmensa te volveré
a unir conmigo.”
Isaías 54:7
Cuando leo este escrito, me recuerda el rostro de mi amiga Gladys Pérez: una mujer valiente, una mujer amable, risueña y entregada a Dios.
Este artículo, escrito para el periódico “La Voz Católica”, de la Arquidiócesis de Miami, fue una revelación de Dios durante un momento de oración por la salud de mi amiga. Bendito sea Dios por manifestarme su poder a través de este escrito cuya resonancia tuvo un efecto de amor, paz y confianza en mi amiga..
GLADYS
Ayer vi tu rostro y besé tu mano, amiga de mis recuerdos.
Hoy te reconocí en la lluvia, en la diáfana luz, en la última
sonrisa que divisé en tu rostro.
Recuerdo tu presencia, tu sincera sonrisa y la afable dicha
de tu incomparable ser.
Hoy y siempre te recordaré, amiga mía, y en tu memoria
habrá placidez, agrado y el privilegio de haberte conocido.
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Del blog Me encanta ser yo, gracias por su visita