Atención: Todas las obras del blog "ME ENCANTA SER YO" están protegidas por la propiedad artística de Noris Capin.
#NOR-172545 ®.

jueves, 6 de octubre de 2011

Paso a paso

Paso a paso, a Dios llegamos
“—Señor, no sabemos a dónde vas,
¿cómo vamos a saber el camino?”
                                                           Juan 14: 5

La vida es un trayecto, un caminar constante, un recorrido y una huella en cada paso. Desde que nacemos hasta que morimos estamos en una eterna búsqueda; un peregrinar perpetuo que termina cuando llega la hora de la muerte pero…¿Qué es lo que estamos buscando? ¿A dónde nos llevan nuestros pasos? ¿A dónde deseamos llegar?


Hay muchos pasos que se ocultan en la vida: pisadas que llegan a un lugar concreto con la ayuda de un impulso que los distinguen de otros pasos. Otros pasos se alejan olvidando el camino recorrido, o por recorrer, huyendo –quizás– de la verdadera felicidad o del amor.


Somos una pisada eterna –como Dios Santo– una estampa que vibra por el aire y la tierra.   Siempre seremos marchas, caminos y veredas; siempre vamos a ser huellas dejadas en el camino o en la arena: vestigios y sombras que destellan o eclipsan durante un tiempo triste o alegre. 


Descubrimos, pues, que los pasos de la vida son jirones de uno mismo, remiendos de otros pasos; rasgones y trozos de sendas dejadas por otros: pasos vacíos y huecos arrastrando un carretón sin noria y sin frenos.  Pasos sin metas, extraviados, lentos y consumidos por el cansancio o el temor. Esos pasos son los pasos que se dan sin esperanza por una senda vacía o por un lugar incierto, sin luz al final de la senda.


Sin embargo todas esas huellas, rasgones y rutas no dejan de ser caminos –el tuyo y el mío– sendas que no dejan de ser parte del presente, pasado o futuro. ¡Nuestro camino! único y sin desvío, enfocados en un mismo caminar glorioso.


Hay pasos que se juntan para llegar al fin del mundo; sus suelas repletas de esperanzas son faros, lunas y luces: destellos que fulguran para mejorar el medio ambiente y el alma.   Hay pasos que se plasman en un terreno sin futuro; pasos que no logran salir de la grieta en donde ilusos han caído.  Pasos, pasos alocados que no tienen un rumbo fijo, tristones, pusilánimes y quebradizos son esas huellas que no llegan a un lugar específico o se van como vinieron sin dejar rastros de sí mismos.


La vida, la vida es una andanza que no dice de los siglos que tardaron en llegar o aparecieron demasiado pronto.  Es triste querer caminar y no poder dar un paso adelante; sólo con la ayuda de Dios se puede vislumbrar una vida mejor y un camino transitable en medio de la selva.


Y se juntas todos esos pasos, ligados a los recuerdos, para evaporar las pistas que han dejado sus miserias a la vuelta de la esquina: vagos y torpes sus holocaustos fríos, sus renuncias y expiaciones convocadas a ser ilustres pasos en el trayecto de Dios.


Los pasos de la vida son dolorosos boquetes, asignados a travesar los ríos, a escalar montañas sin zapatos, sin protección de las sanguijuelas que se atraviesan en el camino.  Pasos, pasos duros sobre las rocas, mellados pies cansados de tanto querer alcanzar la cima de lo inalcanzable; pasos que auscultan la posibilidad de hallar reposo después de que los ríos y las montañas los dejaron sin fe y sin esperanza.


Pasos firmes, pasos ficticios, pasos lerdos e irreales: pasos, pasos en la sombra, en la luz del día; pasos sobre el mar –como los de Jesús-, pasos insurrectos apegados a la libertad y a la patria; pasos endebles como el de un impedido que desea llegar a la cúspide y no puede; pasos, pasos y huellas sin nombres, pasos sin destino y sin una mano que los guíen.


Pasos sinceros, encomendados al bien del alma: pasos justos, rodeados de gratitud al andar a medida que la vida les juegue una buena o mala pasada.  Las pisadas de Jesús son pasos ciertos, llenos de fulgor sus huellas establecidas e innegables; pasos firmes, nobles y sublimes son ciertamente los que dan de comer al necesitado y al débil.


Pasos sinceros deberán ser nuestras rutas; son siempre pasos los que se unen al amor, a la paz del hombre, a la justicia, a la misericordia de Dios y al bien de la tierra.  Pisadas fuertes son las del ser que está vivo, siempre dinámico su recorrido por la vida; pasos que se sienten confortables en sus propias sandalias, cómodos en sus decisiones y fallas, pasos firmes y estables guiados de la mano de Dios.


Pisadas honradas e integras adornando el sendero de la vida, mostrando una corona de laurel en la cabeza al final de la intensa y sacrificada carrera por llegar a su destino: vida, sueños, victorias, alegrías y empeño por llegar sin ser percibido en la humilde virtud de poder caminar.


Hay que andar siguiendo la luz del Santísimo, que es la luz que nos salva, la que nos dice en donde están las lluvias eternas –las lluvias de Diosque son las bendiciones diarias.
Debemos que caminar en pos a esa luz como lo dice la Palabra de Dios en Juan 14:6 “Yo soy el camino, la verdad y la vida.  Solamente por mi se puede llegar al Padre”


Seguir los pasos de Jesús es vivir con la plena seguridad de que habrá vida: vida en el espíritu, en el alma y el corazón; esa es la meta del cristiano, el propósito de ser luz antes de ser oscuridad.  Y de nuevo, con la constancia de la Palabra, que es el fruto del amor inmensurable de Dios, leemos este versículo que dice así:  “Si ustedes permanecen unidos a mi, y si permanecen fieles a mis enseñanzas, pidan lo que quieran y se les dará.”  Juan 15:7

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Del blog Me encanta ser yo, gracias por su visita