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El amor desde la
altura de Dios
"Si yo hablase
lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que
resuena,
o címbalo que retiñe."
o címbalo que retiñe."
1
Corintios 13:1
En este mes del amor he
escuchado varias versiones acerca del significado del amor y aún no encuentro las
exactas palabras para expresar y compartir mi opinión relacionado a este
incalculable sentimiento. El amor, es una enorme fracción del ser
humano que dicta y supera los deseos de vivir convirtiéndose en un regalo que
proviene de Dios Todopoderoso.
Ahora bien, si me pongo
asimilar todo lo elevado del amor y todo lo noble del amor, no tendría la
capacidad o el tiempo para compartir esta emoción con ustedes, ya que es
infinito. Sin embargo hay mucho carretel
e hilo para hablar de la sensibilidad que encierra este sentimiento que amplía
la vida del ser humano y lo engrandece.
El amor es como el aire que respiramos,
es la ternura que no se puede ver o tocar porque está en nosotras y somos, en
cierta forma, somos nosotras mismas la esencia del amor. Existe, pues, en las personas que nos
rodean y en todo lo que expresamos o hacemos en grandes cantidades.
Porque todo se basa en el
amor y, sin amor, no existe la riqueza interna que se desborda en todo lo que se
realiza diariamente y, hasta lo más insignificante, hay un poderoso vestigio de
amor. Desde el amanecer hasta la hora
del descanso, el amor juega un papel extraordinario en la vida del hombre. Dice la Palabra de Dios en 1 Corintios 13, 2
lo siguiente: "Y si tuviese
profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la
fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy."
El amor es el confín del
Universo, es la frontera que no tiene división porque va en línea recta, es el
umbral de todo presente y pasado ya que por amor se han creado los sentimientos
de dicha y dolor. Es, por consiguiente, el perímetro que rasga las cortinas de
la mente para abrirse de nuevo en el corazón con la fuerza inefable que levanta
a un ser de la fosa.
Es, para ser más elocuente, la
tierra sagrada que evoluciona su honra debajo de nuestros pies y crece dentro
del alma a través de todos los tiempos y en medio de todos los reveses y
desdichas que surgen todos los días.
Dicen que enamorarse no es
amor y puede que sea cierto. Yo pienso que el amor nace y no se obliga, se
siente, porque es un don que nos regaló Dios; no tiene camino ni itinerario sino que se
extiende y se desarrolla por sí mismo con la fuerza inesperada de la nobleza y
la consagración.
El amor es la generosidad y
la paciencia, el afecto, el respeto, la reverencia y la admiración que se
atributa a todo amor que surge de la persona.
Y no necesariamente tiene que ser románticamente expresado porque el
amor lo es todo, sino también se puede exteriorizar con la familia, las
amistades y con los pobres de la tierra ya que se asemeja aún más al amor de
Dios. Lo dice Dios en Su Palabra: "Y
si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase
mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve." 1 de
Corintios 13,3.
El amor es como todo en la vida, si
no hay devoción hacia otra persona, si no existe la consideración y la
cortesía, nos convertiríamos en un robot sin alma. Nos transformaríamos en gentes
sin generación y en personas sin sensibilidad o emoción hacia otros.
El amor permanece y sobresale más
allá de las miserias y los desvanecimientos naturales del ser y, si no fuera
así, seríamos vasijas vacías, objetos
inservibles, frágiles criaturas hechas de piedra y cuerpo. La
importancia del amor no es amar a lo loco o a tientas, sino más bien es donar
lo mejor de ti misma en los momentos más decisivos y verdaderos de la vida.
El romanticismo es divino y es
parte de nuestra cultura, es por lo tanto el vínculo que ennoblece hasta la raíz del ser y se propaga —ya que nunca se vulgariza —porque
transciende y se abre camino y se echa a volar como los pájaros buscando un
nido.
Confiemos en el amor que es el
impulso que nos ha dado Dios para que seamos mejores seres humanos, menos
egoístas, y más consientes de que todo AMOR —con mayúscula— es entregado por Dios para la salvación y el
resguardo de nuestra alma, espíritu y corazón.
noris capin
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