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El amor jamás dejará de existir
“Dime, amor de mi vida,
¿dónde apacientas tus rebaños?,
¿dónde los llevas a descansar
al mediodía?
Cantares 1: 7
¿Entonces qué pasa cuando leemos tantas calamidades y vemos tantos deterioros arribar diariamente
como si fuese una avalancha de nieve cubriendo la luz total el amor? ¿Es pues, agradable, sentir el dolor de los hombres, cuando se exponen sus tristezas al mundo que es, al final, indiferente al dolor humano? ¿Qué sucede cuando vemos los desparpajos anidar los desalientos y las atrocidades como parte del inicio oficial del día?
No, no se puede creer en todo lo que expresan los diarios dentro del corazón o dentro de la crisis mundial de nuestros tiempos; debemos pues, por cuenta propia, salir a buscar las bendiciones de Dios en los seres humanos como un anuncio en contra de la vileza salvaje del mundo. Hay algo que no está funcionando…
Pero siempre ha sido así, la humanidad no cambia ni cambiará nunca; no mejora su actitud ante la evolución propia de las épocas y empeora cada día más el respeto y la bondad que corresponde a cada uno de nosotros. Para no vivir en esa especulación e incredulidad que decepciona y destruye a los pueblos, debemos de fomentar el amor verdadero desde el corazón, desde el íntimo sentir del alma.
Mas el amor existe: se palpa, se siente en el aire pero no se expresa debidamente. Si no existiesen las columnas o artículos como este, toda la esencia del amor se escondería dentro de los pliegos y plumas que escriben de todo, menos del sentimiento que rige al ser humano: el amor.
Y sólo se habla de la última noticia: ensordecedora, extrema, muy difícil de comprender dentro y fuera del lapso grotesco en que vivimos. Nuestro tiempo, que grita y llora desesperadamente los infortunios y las desgracias de la vida, obvian el sentir próspero del afecto que se oculta detrás de la miseria.
El amor que se desdobla en la Biblia, en el Cantar de los Cantares, es el amor que no se compra ni se vende sino que se extiende, se dona, se favorece por sobre todas las cosas. El cantar de los Cantares fue escrito para exaltar “el mejor (o más bello) de los cantares”. Dividido en seis poemas o cantos, y bajo la forma de diálogo entre el amado y la amada, con la ocasional intervención de un grupo de acompañantes –como un coro celestial– exaltando el amor sincero, puro y límpido entre dos personas.
Algunos de sus cánticos parecen ser atrevidos y han de considerarse a la luz de otro tiempo y de un medio en que prevalecía la sencillez y la naturalidad tan característica de estos cantos nupciales.
¿Por qué no se cantan ahora como cantó Salomón las sonatas dirigidas al amor? ¿Y por qué no podemos dedicarle un minuto al amor como Dios manda, sin que salgan a relucir las depravaciones del mundo?
El amor es lo único que transforma al hombre y lo humaniza y lo convierte en un ser admirable, es el sentimiento que nace del corazón, desde la delicada ola de virtud en que se completa la santísima plenitud de la vida.
El amor es un don de Dios que viene a rescatar lo puro y logra salir de la oscuridad que quiebra la divinidad de todo lo divino en copa de bronce, que ha llegado para redimirnos de las miserias, de los dolores en que somos siempre los perdedores.
El amor es la oración que suplica el alma todos los días, la única bandera que cubre el cuerpo en tiempos de falsos dioses, en días de desolación cuando el temor y las dudas son el eterno sacrilegio vibrando en el tiempo en que vivimos.
El amor prevalece aunque existan inconvenientes y se pierda la gratitud nata del hombre, la grata cortesía, el saludo cordial en las mañanas, el agradecimiento, el cariño y la amistad, la simpatía, la benevolencia, la compasión, la dulzura y caridad entre la gente. Pero todas esas virtudes hay que aclamarlas, hacerlas nuestras, propagarlas como se propaga el fuego en tiempos de victoria.
El amor jamás dejará de existir, de ningún modo veremos irse la esencia que nos depara Dios disolverse en el corto tiempo en que vivimos, y que es parte del tiempo que gustamos como dice este Versículo del Cantar de los Cantares: “Mi amado me dijo: «Levántate, amor mío; anda, cariño, vamos. ¡Mira! El invierno ha pasado y con él se han ido las lluvias. Ya han brotado flores en el campo, ya ha llegado el tiempo de cantar, ya se escucha en nuestra tierra el arrullo de las tórtolas. Ya tiene higos la higuera, y los viñedos esparcen su aroma” Capítulo 2: 10,13.
Trabajo manual hecho de papel por Noris Capin |
EN LA TARDE
No habrá ida
ni vuelta
a los salones
en donde vi
su risa, detrás
de los edificios
agrupados,
de artificiales
árboles,
de sofisticados
sueños
en donde
nada es cierto,
en donde todo
es imperfecto
como el amor.
Las voces suenan
como en días
plenos de olvido,
de hierba azul,
de amor triste
en la tarde.
PLENITUD DE AMOR
Permite que el destino te sorprenda
y que el amor en ti permanezca
como un río fértil, como una prenda
fresca sobre tus hombros.
Que el destino te descubra y el amor
te sonría como nunca, con la certeza
de que será para siempre su plenitud
entre las flores.
Que el recuerdo no envejezca,
que tus ojos no lloren frente a Dios,
frente a la ofensa, que no se pierda
la más mínima juventud de tus ojos
desde el ocaso y hasta que amanezca.
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