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Meditación para la mujer.
Del periódico "En U.S.A"
por Noris Capín
Obra de N.C. 2013
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Alma de mujer en cuerpo de Cristo
—Siento
en mi alma una tristeza de muerte. Quédense ustedes aquí, y permanezcan
despiertos conmigo. Mateo 26:38
Estamos viviendo tiempos de
cambios, de descabelladas ideas; la gente es diferente, se han transformado en autómatas
y maniquíes que siguen al pie de la letra la frialdad que les aguarda. Estamos en
una época en que todas atendemos más el sonido del teléfono que al rumor del
alma, a la bulla estridente de la radio que al susurro del espíritu y el bombeo
honesto del corazón.
Estamos atadas a una especie
de sordera espiritual, a una mudez virtual que quiebra los muros de la
existencia y, como consecuencia, hemos perdido el habito de hablar, de escuchar
y si, si, de reír. Ya casi nos queda conversar
por seña o representar en mímica lo que deseamos decir para comunicarnos. No es justo.
No es justo porque tenemos
la condición de manifestar hasta el fin de nuestros pensamientos y aspiraciones
la vida. Si eso no sucediera, es porque hay una soledad interna que hiere el
alma y no permite expresarnos de una manera correcta, delicada o civil. Tampoco
somos sinceras con nosotras mismas.
¡Despertemos
a nuestras almas, no dejemos que se oscurezcan y se llenen de oxido los
contornos de su piel! No permitamos que se desperdicie la esperanza y la
realidad de la vida a través del bullicio o el silencio que existe en este
mundo.
Hagámonos amigas de nuestro
propio ser, ya que nosotras, sin saber, estamos inutilizando el estar en
contacto con nuestras mentes y no le estamos dando al espíritu la oportunidad de
comunicarse, de participar, anunciar y declarar cómo nos sentimos. Hay algo más dentro de nuestros cuerpos que se
llama ALMA y hay que conocerla para
poder aprender a estar en contacto con ella.
Dios ha puesto el alma dentro
del hombre para la salvación de la existencia. Imagínense si no tuviésemos alma
¿Cómo podríamos testiguar que existe la bondad
y los sentimientos, las ideas, la sensación de paz y concordancia que reina en
nuestro ser? ¿Fuésemos nosotras capaces
de reconocer quiénes somos y saber por qué hacemos las decisiones que hacemos
sin la ayuda del alma que nos dice la pura verdad? ¿Es que acaso hemos perdido a nuestro "yo" dentro de los compromisos,
los problemas y las situaciones de dolor?
¡Despertemos
a nuestras almas y desempolvemos, con el Espíritu de Dios, avivemos los
recovecos que están dormidos en los ámbitos y rincones de nuestro ser!
No hay que temer al mirar
dentro del alma —que es el espejo del ser—
tú y yo. Es algo
indispensable sentir que podemos reconocerla y examinarla y, aunque no se puede
tocar o verse a simple vista; el alma se
siente vibrar dentro del cuerpo y nos advierte que existe su palpitar.
Es el alma oculta que no
entiende de pesadeces ni de aburrimientos, ni de impertinencias o
pesadumbres. Para el alma todo tiene que
ser perfecto, verdaderamente simple, sin complicaciones y sin obstáculos. Todo estorbo que se presenta entristece al alma,
toda iniquidad y tropiezo la lleva a la tumba, la conduce a consumir la hiel y
la deja lisiada por siempre.
Es por eso que hay que
cultivar el don del entendimiento íntimo, la virtud de conseguir que el alma
sea el altar de nuestro cuerpo —el cuerpo de Cristo—
para protegerla de los maltratos y azotes de
la vida. Nuestras acciones son un acto de fe que solidifican la dicha personal,
la complacencia, el optimismo, el bienestar del espíritu tanto que, de repente,
se siente la paz que absorbemos por medio del alma que nos dice es hora de
honrarla y alabarla como la imagen misma de Dios que vive en nosotras.
Dice la Palabra de Dios: Tengo
mucho más que decirles, pero en este momento sería demasiado para ustedes.
Cuando venga el Espíritu de la verdad, él los
guiará a toda verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá
todo lo que oiga, y les hará saber las cosas que van a suceder. Juan 16:12,14
MI ALMA
Mi
alma se alegra
en tu presencia,
oh Dios.
Cuantas
veces he estado
en la tristeza,
cuanto tiempo
en la tristeza
he quedado.
Mas, recurro a ti,
Dios mío,
para ver en mí
tu belleza,
tu sabiduría
y tu dolor.
Mi tiempo
es tu tiempo
y espero,
espero
tu
perdón,
la máxima
bendición
sobre
mi cuerpo.
Mi
alma se alegra
en tu presencia,
oh Dios.
noris capin
Magnifica exposición de fe
ResponderEliminarAbrazos