Crecer en bendición y en vida propia
“No
vivan ya según los criterios
del tiempo presente; al contrario,
cambien su
manera de pensar,
para que así cambie su manera
de vivir y lleguen a conocer
de vivir y lleguen a conocer
la voluntad de Dios, es decir,
lo que es
bueno, lo que le es grato,
lo que es perfecto.”
Romanos 12:2
Crecer Crecer en
bendición, es crecer en el poder de Dios, en el favor y la gracia de sus
innumerables regalos. Las bendiciones que
Dios nos proporciona, son aguinaldos y grandiosas propinas llenas de
consagración, de promesas y verdades. Y no necesitan ser nombradas, pues cada persona
sabe cuáles son los dones que hacen que su vida crezca y prospere de una manera
inconfundible.
Y a través de las
bendiciones de Dios, cuya sabiduría nos hace entender Su propósito en nuestra
vida, hace que nos detengamos y meditemos “el propósito” que nos urge a
profundizar Su voluntad para ser leales con nosotros mismos.
Al sufrir la pobreza
espiritual en carne propia, se va forjando dentro de la persona una coraza, una
especie de capa interna –de adentro hacia fuera– que devalúa el amor propio o
auto estima, haciendo un hueco hondo en el corazón.
Al vivir en
estrechez anímica –que es perjudicial para llevar una vida notable– se ausenta
el esfuerzo personal, la estima, la robustez de espíritu y la paz que
necesitamos observar a toda hora y siempre.
Todas las etapas,
acontecimientos, eventualidades y contratiempos que han ido evolucionando y
reformando nuestra vida, nos han hecho más fuertes, más inmunes a la adversidad
y a la derrota. No hay derrota que por bien no venga ni hay adversidad que nos
prive de ser quienes somos.
Por medio de las
bendiciones de Dios, desarrollamos una confianza intrínseca y un respeto por
uno mismo, a todo lo que viene de Él, porque de Él proviene todo lo que necesitamos.
Captamos, pues, la
magnitud que se deriva del poder de Dios y, al esforzarnos en ser mejores seres
humanos, nuestra vida camina en pos a la comprensión y compasión por uno mismo,
por las personas amadas y por el prójimo.
De hecho, cuando
nuestra vida se enlaza fielmente a las bendiciones de Dios, sabemos que andamos
por el buen camino
y que todo lo demás, como dicen las Escrituras, viene por añadidura.
Dice la Palabra de
Dios en Romanos 11: 33-36 lo siguiente: ¡Qué profundas son las
riquezas de Dios, y su sabiduría y entendimiento! Nadie puede explicar sus
decisiones, ni llegar a comprender sus caminos. Pues
«¿quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá darle consejos? ¿Quién le ha dado
algo antes, para que él tenga que devolvérselo?» Porque todas las cosas vienen de Dios, y
existen por él y para él.
Sin el aporte
incondicional de Dios, nada es posible. Lo sabemos.
Pero hay que reconocer que Dios es el responsable de todo lo que rige
nuestra vida y que en Él podemos confiar para que nuestra existencia se inunde
de bien y sabiduría. Repito, sin Dios y Sus bendiciones, nada es posible.
Crecer en
bendición es hallar la clave de la felicidad. Pero recuerden que la
felicidad íntima de la persona, no radica en la “otra” persona sino “en uno
mismo”.
Crecer en
bendición es abrirse a la vida y observar las cosas buenas que nos animan y nos
ayudan a incrementar el auto estima y la fe, la pasión por las cosas.
Al reconocernos tal como somos, podemos entender y palpar todo aquello
que Dios nos brinda. Inclusive, podemos contar
las bendiciones –una a una– y regresar al lugar de los acontecimientos, al
punto inicial en donde podemos mirar hacia atrás y, verdaderamente, “contar” el
favor y gracia de Dios a través de tiempo.
Crecer en
bendición es apreciar quienes somos confesando nuestras virtudes y defectos;
sabiendo que cada virtud y defecto son parte de un aprendizaje que admite
amarnos y valorizarnos de la manera que somos…así de sencillo es la soberanía y
la gracia de Dios.
Aceptarse en lo
físico, en lo psicológico y social, es reconocer y confesar todo lo que se
deriva de Dios y sus bendiciones es para que crezcamos espiritualmente, para
tener una mente saludable, rechazando el mal, rehusando hacer el mal, ahuyentando
las perversiones que vienen de afuera, alejando toda la falsedad que promueve
la hipocresía y que dificulta las relaciones entre los seres humanos. De manera que aceptarnos del modo que somos,
a través de Dios, es saber que todo está en Sus manos y nada queda fuera de sitio.
¿Qué más podemos
hacer sino complacer a Dios en espíritu y verdad para recibir las bendiciones
que Él nos proporciona, con agrado, todos los días?
Según la Palabra
de Dios, no podemos ni debemos dejar de crecer o de aprender, de alegrar o de reír.
Siempre habrá algo en que instruirse, algo más que entender, algo más que
compartir con la humanidad. Todo lo anteriormente dicho nos enseña a ser
mejores personas, a madurar bajo la guía de Dios que, por medio de nuestro
impulso y elocuencia, al dirigirnos a otros seres humanos, avanzamos hacia el
progreso espiritual que es poder de Dios estabilizándonos emocionalmente.
Y
aquí termino, sintiendo es importante comunicarles que Dios nos bendice todos
los días, que las situaciones precarias que nos asaltan, la mayoría de las
veces, son circunstancias
que nos ayudan a progresar, a fomentar la fe, a prevalecer en el amor de Dios
con esa fuerza interna que alza nuestro espíritu y lo salva. “Vivan alegres por la
esperanza que tienen; soporten con valor los sufrimientos; no dejen nunca de
orar.” Romanos 12: 12. Amén.
por Noris Capin
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