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LA SEMANA
(I)
Al pie de la espesura,
otra mañana se pierde
en el perfil del ocaso
extra terrestre.
Muere, eternamente,
el día; la noche reina
y se confunde dentro
del oscuro amanecer
y se olvida.
(2)
La migaja del lunes,
ya olvidada, pesa
sobre mi ser,
por encima de mi piel
de abeja,
sobre mi ser,
por encima de mi piel
de abeja,
y se ve volar acoplada
a un ave que busca
un monte sobre el mar
y del capítulo frío
del martes.
(3)
Ya, de hecho,
me parece increíble
el sentirme libre
del miércoles, difícil
de andar en sombra
dentro del dolor...
(4)
Jueves, otro tiempo
de alimentarme;
el ejercicio del cuerpo
toma la sangre,
y ya nada existe o vuela
sobre mis hombros.
(5)
Ah... al fin el viernes
arriba surcando
el beneficioso idilio
de los días, para ser
de nuevo prisionero
de lo mismo, rehén
del espacio mío,
veloz al encuentro
sublime del Sabbath.
(6)
Siempre en marcha,
la semana se disipa
en la preocupación
de tiempo; el ceñido
horario mío, limitado,
frágil de tanto sudor
sobre mi espalda.
(7)
Y el domingo, pienso,
es como un canto
precipitado, oculto
por las horas, tartamudo
su voz de dormilón
apasionado, inconcluso,
aplazado en mi ser
y en la nítida memoria.
VIVIR
Quisiera vivir, abrir mis ojos
y nacer de nuevo ¡volar!
transformar mis pies en alas,
crecerle plumas y volver
a elevarme, penetrar
entre las nubes y regresar.
Colocarme un manto sobre
mi desamparo,
¿de plenitud o desagrado,
de dinamismo o pincel?
No lo sé…
Solo sé que distingo
una franja azul, plana, alta,
ante mi plenitud ¡amplia!
como para permanecer
por siempre en mí y vivir.
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